Jeremías 14:1-22, Jeremías 15:1-21 NVI

Jeremías 14:1-22

Sequía, hambre y espada

Esta es la palabra del Señor, que vino a Jeremías con motivo de la sequía:

«Judá está de luto

y sus ciudades desfallecen;

hay lamentos en el país,

y sube el clamor de Jerusalén.

Los nobles mandan por agua a sus siervos

y estos van a las cisternas,

pero no la encuentran.

Decepcionados y confundidos,

vuelven con sus cántaros vacíos

y con la cabeza cubierta.

El suelo está agrietado,

porque no llueve en la tierra.

Decepcionados están los agricultores,

con la cabeza cubierta.

Aun las ciervas en el campo

abandonan a sus crías

por falta de pastos.

Parados sobre las lomas desoladas

y con los ojos desfallecientes,

los asnos salvajes olfatean el viento como chacales

porque ya no tienen hierba».

Aunque nuestras iniquidades nos acusan,

actúa en razón de tu nombre, oh Señor.

Muchas son nuestras infidelidades;

contra ti hemos pecado.

Tú, esperanza y salvación de Israel

en momentos de angustia,

¿por qué actúas en nuestra tierra como un extraño,

como un viajero que solo pasa la noche?

¿Por qué te comportas como un hombre tomado por sorpresa,

como un guerrero impotente para salvar?

Señor, tú estás en medio de nosotros

y se nos llama por tu nombre;

¡no nos abandones!

Así dice el Señor acerca de este pueblo:

«Les encanta vagabundear;

no refrenan sus pies.

Por eso yo no los acepto,

sino que voy a recordar sus iniquidades

y a castigar sus pecados».

Entonces el Señor me dijo: «No ruegues por el bienestar de este pueblo. Aunque ayunen, no escucharé sus clamores; aunque me ofrezcan holocaustos y ofrendas de cereal, no los aceptaré. En verdad, voy a exterminarlos con la espada, el hambre y la plaga».

Pero yo respondí: «¡Ah, mi Señor y Dios! Los profetas les dicen que no se enfrentarán con la espada ni pasarán hambre, sino que tú concederás una paz duradera en este lugar».

El Señor me contestó: «Esos profetas están profetizando mentiras en mi nombre. Yo no los he enviado, ni he dado ninguna orden, ni siquiera les he hablado. Lo que están profetizando son visiones engañosas, adivinaciones vanas y delirios de su propia imaginación. Por eso, así dice el Señor: “En cuanto a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado, y que además dicen que no habrá espada ni hambre en este país, ellos mismos morirán de hambre y a filo de espada. Y el pueblo al que profetizan será arrojado a las calles de Jerusalén a causa del hambre y de la espada. No habrá quien los entierre, ni a ellos ni a sus esposas, ni a sus hijos ni a sus hijas. Y derramaré sobre ellos la calamidad que se merecen”.

»Tú les dirás lo siguiente:

»“Que mis ojos derramen lágrimas

día y noche, sin cesar,

porque la virginal hija de mi pueblo

ha sufrido una herida terrible,

un golpe muy duro.

Si salgo al campo,

veo los cuerpos de los muertos a filo de espada;

si entro en la ciudad,

veo los estragos que el hambre ha producido.

Tanto el profeta como el sacerdote

andan errantes en la tierra sin comprender nada”».

¿Has rechazado por completo a Judá?

¿Detestas a Sión?

¿Por qué nos has herido de tal modo

que ya no tenemos remedio?

Esperábamos tiempos de paz,

pero nada bueno recibimos.

Esperábamos tiempos de salud,

pero solo nos llegó el terror.

Reconocemos, Señor, nuestra maldad

y la iniquidad de nuestros antepasados.

¡Hemos pecado contra ti!

En honor a tu nombre, no nos desprecies;

no deshonres tu trono glorioso.

¡Acuérdate de tu pacto con nosotros!

¡No lo quebrantes!

¿Acaso hay entre los ídolos falsos

alguno que pueda hacer llover?

¿Pueden los cielos solos dar lluvia?

Solo tú, Señor y Dios nuestro,

puedes hacer todas estas cosas;

por eso nuestra esperanza está en ti.

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Jeremías 15:1-21

El Señor me dijo: «Aunque Moisés y Samuel se presentaran ante mí, no tendría compasión de este pueblo. ¡Échalos de mi presencia! ¡Que se vayan! Y si te preguntan: “¿A dónde iremos?”, entonces responderás que así dice el Señor:

»“Los destinados a la muerte, a la muerte;

los destinados a la espada, a la espada;

los destinados al hambre, al hambre;

los destinados al cautiverio, al cautiverio”.

»Enviaré contra ellos cuatro clases de calamidades —afirma el Señor—, la espada para matar, los perros para destrozar, las aves del cielo para devorar y las bestias de la tierra para destruir. Los haré motivo de terror para todos los reinos de la tierra, por causa de lo que Manasés, hijo de Ezequías y rey de Judá, hizo en Jerusalén.

»¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén?

¿Quién llorará por ti?

¿Quién se detendrá a preguntar por tu bienestar?

Tú me has rechazado,

te has vuelto atrás»,

afirma el Señor.

«Extenderé mi mano contra ti y te destruiré;

estoy cansado de tenerte compasión.

Te arrojaré al viento con el rastrillo

en las puertas de la ciudad.

A ti te dejaré sin hijos y a mi pueblo lo destruiré,

porque no cambió su conducta.

Haré que sus viudas sean más numerosas

que la arena de los mares;

en pleno día enviaré destrucción

contra las madres de los jóvenes.

De repente haré que caigan sobre ellas

la angustia y el pavor.

Se desmaya la que tuvo siete hijos;

se queda sin aliento.

Su sol se pone en pleno día;

¡se queda avergonzada y humillada!

A sus sobrevivientes los entregaré a la espada

delante de sus enemigos»,

afirma el Señor.

¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz

como hombre de contiendas y disputas contra toda la nación!

No he prestado ni me han prestado,

pero todos me maldicen.

El Señor dijo:

«Ciertamente te libraré para bien;

haré que el enemigo te suplique

en tiempos de calamidad y de angustia.

»¿Puede el hombre romper el hierro,

el hierro del norte o el bronce?

»Por causa de todos tus pecados

entregaré como botín, sin costo alguno,

tu riqueza y tus tesoros,

por todo tu territorio.

Haré que sirvas15:14 Haré que sirvas (mss. hebreos, LXX y Siríaca); Haré pasar (TM). a tus enemigos

en una tierra que no conoces,

porque mi ira encenderá un fuego

que arderá contra ustedes».

Tú comprendes, Señor;

¡acuérdate de mí y cuídame!

¡Toma venganza de los que me persiguen!

Tú eres lento para la ira,

no permitas que sea yo arrebatado;

sabes que por ti sufro injurias.

Al encontrarme con tus palabras,

yo las devoraba;

ellas eran mi gozo

y la alegría de mi corazón,

porque yo llevo tu nombre,

Señor Dios de los Ejércitos.

No me he sentado en compañía de libertinos

ni me he divertido con ellos;

he vivido solo, porque tu mano estaba sobre mí

y me has llenado de indignación.

¿Por qué no cesa mi dolor?

¿Por qué es incurable mi herida?

¿Por qué se resiste a sanar?

¿Serás para mí un arroyo engañoso,

de aguas no confiables?

Por eso, así dice el Señor:

«Si te arrepientes, yo te restauraré

y podrás servirme.

Si evitas hablar en vano,

y dices palabras valiosas,

tú serás mi portavoz.

Que ellos se vuelvan hacia ti,

pero tú no te vuelvas hacia ellos.

Haré que seas para este pueblo

como invencible muro de bronce;

pelearán contra ti,

pero no te podrán vencer,

porque yo estoy contigo

para salvarte y librarte»,

afirma el Señor.

«Te libraré del poder de los malvados;

te rescataré de las garras de los violentos».

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