Juan 12:12-26 NVI

Juan 12:12-26

Jesús entra en Jerusalén

Al día siguiente muchos de los que habían ido a la fiesta se enteraron de que Jesús se dirigía a Jerusalén. Entonces tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo, gritando a voz en cuello:

―¡Hosanna!

―¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

―¡Bendito el Rey de Israel!

Jesús encontró un burrito y se montó en él, como dice la Escritura:

«No temas, hija de Sion.

Mira, aquí viene tu rey,

montado sobre un burrito».

Al principio, sus discípulos no entendieron lo que sucedía. Solo después de que Jesús entró en su gloria se dieron cuenta de que se había cumplido en él lo que de él ya estaba escrito.

La gente que había estado con Jesús cuando él llamó a Lázaro de la tumba y lo resucitó de entre los muertos seguía contando lo sucedido. Muchos que se habían enterado de esa señal realizada por Jesús salían a su encuentro. Por eso los fariseos comentaban entre sí: «Como pueden ver, no hemos logrado nada. ¡Miren cómo lo sigue todo el mundo!».

Jesús anuncia su muerte

Entre los que habían subido a adorar en la fiesta había algunos griegos. Estos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le pidieron:

―Señor, queremos ver a Jesús.

Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos fueron a decírselo a Jesús.

―Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre reciba la gloria —les contestó Jesús—. Les aseguro que, si la semilla de trigo no cae en tierra y muere, se queda sola. Pero, si muere, produce mucho fruto. El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que desprecia su vida en este mundo la conserva para la vida eterna. Quien quiera servirme debe seguirme. Donde yo esté, allí también estará mi siervo. Al que me sirva, mi Padre lo honrará.

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