Salmo 106:40-48
La ira del Señor se encendió contra su pueblo;
su heredad le resultó aborrecible.
Por eso los entregó a los paganos
y fueron dominados por quienes los odiaban.
Sus enemigos los oprimieron,
los sometieron a su poder.
Muchas veces Dios los libró;
pero ellos se obstinaron en su rebeldía
y se hundieron en su iniquidad.
Al verlos angustiados
y escuchar su clamor,
Dios se acordó del pacto que había hecho con ellos
y por su gran amor les tuvo compasión.
Hizo que todos sus opresores
también se apiadaran de ellos.
¡Sálvanos, Señor, Dios nuestro!
Vuelve a reunirnos de entre las naciones,
para que demos gracias a tu santo nombre
y alabarte sea nuestra gloria.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,
eternamente y para siempre!
Que todo el pueblo diga: «¡Amén!».
¡Aleluya!