Mateo 7:24-29
El prudente y el insensato
7:24-27 – Lc 6:47-49
»Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó y grande fue su ruina».
Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su enseñanza, porque enseñaba como quien tenía autoridad y no como los maestros de la Ley.
Mateo 8:1-22
Jesús sana a un enfermo de la piel
8:2-4 – Mr 1:40-44; Lc 5:12-14
Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. Un hombre que tenía una enfermedad en su piel se acercó, se arrodilló delante de él y suplicó:
—Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Jesús extendió la mano y tocó al hombre.
—Sí, quiero —dijo—. ¡Queda limpio!
Y al instante quedó sano8:3 sano. Lit. limpio. de la enfermedad en la piel.
—Mira, no se lo digas a nadie —dijo Jesús—; solo ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.
La fe del centurión
8:5-13 – Lc 7:1-10
Al entrar Jesús en Capernaúm, se acercó a él un centurión pidiendo ayuda:
—Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis y sufre terriblemente.
—Iré a sanarlo —respondió Jesús.
El centurión contestó:
—Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra y mi siervo quedará sano. Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno “ve” y va; y al otro, “ven” y viene. Le digo a mi siervo “haz esto” y lo hace.
Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían:
—Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y crujir de dientes.
Luego Jesús dijo al centurión:
—¡Ve! Que todo suceda tal como has creído.
Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.
Jesús sana a muchos enfermos
8:14-16 – Mr 1:29-34; Lc 4:38-41
Cuando Jesús entró en casa de Pedro, vio a la suegra de este en cama con fiebre. Él le tocó la mano y la fiebre se le quitó; luego ella se levantó y comenzó a servirle.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados; con una sola palabra expulsó a los espíritus y sanó a todos los enfermos. Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:
«Él cargó con nuestras enfermedades
y soportó nuestros dolores».8:17 Is 53:4.
Lo que cuesta seguir a Jesús
8:19-22 – Lc 9:57-60
Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba, dio la orden de pasar al otro lado del lago. Se acercó un maestro de la Ley y le dijo:
—Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
—Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
Otro discípulo pidió:
—Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre.
—Sígueme —contestó Jesús— y deja que los muertos entierren a sus muertos.