Mateo 26:47-68 NVI

Mateo 26:47-68

Arresto de Jesús

26:47-56Mr 14:43-50; Lc 22:47-53

Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce. Lo acompañaba una gran turba armada con espadas y palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y los líderes religiosos del pueblo. El traidor había dado esta contraseña: «Al que le dé un beso, ese es; arréstenlo». Enseguida Judas se acercó a Jesús y lo saludó diciendo:

—¡Rabí!

Y lo besó.

—Amigo —respondió Jesús—, ¿a qué vienes?26:50 ¿a qué vienes? Alt. haz lo que viniste a hacer.

Entonces los hombres se acercaron y prendieron a Jesús. En eso, uno de los que estaban con él extendió la mano, sacó la espada e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole una oreja.

—Guarda tu espada —le dijo Jesús—, porque los que a hierro matan, a hierro mueren.26:52 porque … mueren. Lit. porque todos los que toman espada, por espada perecerán. ¿Crees que no puedo acudir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce batallones26:53 batallones. Lit. legiones. de ángeles? Entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que así tiene que suceder?

Y de inmediato dijo a la turba:

—¿Acaso soy un bandido26:55 bandido. Alt. insurgente. para que vengan con espadas y palos a arrestarme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo y no me arrestaron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas.

Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Jesús ante el Consejo

26:57-68Mr 14:53-65; Jn 18:12-13,19-24

Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la Ley y los líderes religiosos. Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello.

Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarlo a muerte. Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos testigos falsos.

Por fin se presentaron dos que declararon:

—Este hombre dijo: “Puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.

Poniéndose en pie, el sumo sacerdote dijo a Jesús:

—¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?

Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió:

—Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.

—Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo les digo a todos: De ahora en adelante ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo sobre las nubes del cielo.

—¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Miren, ustedes mismos han oído la blasfemia! ¿Qué piensan de esto?

—Merece la muerte —contestaron.

Entonces algunos escupieron su rostro y le dieron puñetazos. Otros lo abofeteaban y decían:

—A ver, Cristo, ¡profetiza! ¿Quién te pegó?

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