Lucas 22:39-62
Jesús ora en el monte de los Olivos
22:40-46 – Mt 26:36-46; Mr 14:32-42
Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación». Entonces se separó de ellos a una buena distancia,22:41 a una buena distancia. Lit. como a un tiro de piedra. se arrodilló y empezó a orar: «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo;22:42 no … amargo. Lit. quita de mí esta copa. pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». Entonces se apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.22:44 Var. no incluye vv. 43 y 44.
Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. «¿Por qué están durmiendo? —les exhortó—. Levántense y oren para que no caigan en tentación».
Arresto de Jesús
22:47-53 – Mt 26:47-56; Mr 14:43-50; Jn 18:3-11
Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó:
—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?
Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:
—Señor, ¿atacamos con la espada?
Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.
—¡Déjenlos! —ordenó Jesús.
Entonces tocó la oreja al hombre y lo sanó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del Templo y a los líderes religiosos, que habían venido a prenderlo:
—¿Acaso soy un bandido22:52 bandido. Alt. insurgente. para que vengan con espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.
Pedro niega a Jesús
22:55-62 – Mt 26:69-75; Mr 14:66-72; Jn 18:16-18,25-27
Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo:
—Este estaba con él.
Pero él lo negó, diciendo:
—Muchacha, yo no lo conozco.
Poco después lo vio otro y afirmó:
—Tú también eres uno de ellos.
—¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro.
Como una hora más tarde, otro lo acusó:
—Seguro que este estaba con él; miren que es galileo.
—¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —respondió Pedro.
En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente.