Lucas 16:19-31, Lucas 17:1-10 NVI

Lucas 16:19-31

El rico y Lázaro

»Había un hombre rico que se vestía con púrpura y lino fino, y daba espléndidos banquetes todos los días. A la puerta de su casa se tendía un mendigo llamado Lázaro, que estaba cubierto de llagas y que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros se acercaban y le lamían las llagas.

»Resulta que murió el mendigo y los ángeles se lo llevaron para que estuviera al lado de Abraham. También murió el rico y lo sepultaron. En los dominios de la muerte,16:23 los dominios de la muerte. Lit. el Hades. en medio de sus tormentos, el rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham y a Lázaro junto a él. Así que alzó la voz y lo llamó: “Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego”. Pero Abraham contestó: “Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí, y a ti, sufrir mucho. Además de eso, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá”.

»Él respondió: “Entonces te ruego, padre, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, para que advierta a mis cinco hermanos y no vengan ellos también a este lugar de tormento”. Pero Abraham contestó: “Ya tienen a Moisés y a los Profetas; ¡que les hagan caso a ellos!”. “No les harán caso, padre Abraham —respondió el rico—; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían”. Abraham le dijo: “Si no hacen caso a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos”».

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Lucas 17:1-10

El pecado, la fe y el deber

Luego dijo Jesús a sus discípulos:

—Los tropiezos son inevitables, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeños. Así que, ¡cuídense!

»Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte que se arrepiente, perdónalo.

Entonces los apóstoles dijeron al Señor:

—¡Aumenta nuestra fe!

—Si ustedes tuvieran una fe tan pequeña como una semilla de mostaza —respondió el Señor—, podrían decirle a este árbol sicómoro: “Arráncate de aquí y plántate en el mar” y les obedecería.

»Supongamos que uno de ustedes tiene un siervo que ha estado arando el campo o cuidando las ovejas. Cuando el siervo regresa del campo, ¿acaso le diría “ven enseguida a sentarte a la mesa”? ¿No le diría más bien “prepárame la comida y cámbiate de ropa para atenderme mientras yo ceno; después tú podrás cenar”? ¿Acaso le daría las gracias al siervo por haber hecho lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, deben decir: “Somos siervos inútiles; no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”.

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