Jonás 1:1-17, Jonás 2:1-10, Jonás 3:1-10, Jonás 4:1-11 NVI

Jonás 1:1-17

Jonás desobedece al Señor

La palabra del Señor vino a Jonás, hijo de Amitay: «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia».

Pero Jonás huyó del Señor y se dirigió a Tarsis. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsis, pagó su pasaje y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del Señor.

Pero el Señor lanzó sobre el mar un fuerte viento y se desencadenó una tormenta tan violenta que el barco amenazaba con hacerse pedazos. Todos los marineros tenían miedo y cada uno clamaba a su dios. Y arrojaron el cargamento al mar para aligerar el barco.

Jonás, en cambio, había bajado al fondo de la nave para acostarse y dormía profundamente. El capitán del barco se le acercó y dijo:

—¿Cómo puedes estar durmiendo? ¡Levántate! ¡Clama a tu Dios! Quizá tenga piedad de nosotros y no perezcamos.

Los marineros, por su parte, se dijeron unos a otros:

—¡Vamos, echemos suertes para averiguar quién tiene la culpa de que nos haya venido este desastre!

Así lo hicieron y la suerte recayó en Jonás. Entonces preguntaron:

—Dinos ahora, ¿quién es el responsable de causarnos este desastre? ¿A qué te dedicas? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿A qué pueblo perteneces?

—Soy hebreo y temo al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme —respondió.

Al oír esto los marineros se aterraron aún más y, como sabían que Jonás huía del Señor, pues él mismo lo había contado, le dijeron:

—¡Qué es lo que has hecho!

Pero el mar se iba enfureciendo más y más, así que preguntaron:

—¿Qué haremos contigo para que el mar se calme?

—Tómenme y láncenme al mar, verán que el mar se calmará —les respondió—. Yo sé bien que por mi culpa se ha desatado sobre ustedes esta terrible tormenta.

Sin embargo, en un intento por regresar a tierra firme, los marineros se pusieron a remar con todas sus fuerzas; pero, como el mar se enfurecía más y más contra ellos, no lo consiguieron. Entonces clamaron al Señor: «Oh Señor, tú haces lo que quieres. No nos hagas perecer por quitarle la vida a este hombre ni nos hagas responsables de la muerte de un inocente». Así que tomaron a Jonás, lo lanzaron al agua y la furia del mar se aplacó. Al ver esto, se apoderó de ellos un profundo temor al Señor y le ofrecieron un sacrificio e hicieron promesas.

Oración de Jonás

El Señor, por su parte, dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su vientre.

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Jonás 2:1-10

Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez. Dijo:

«En mi angustia clamé al Señor,

y él me respondió.

Desde lo profundo de los dominios de la muerte2:2 de los dominios de la muerte. Lit. del Seol. pedí auxilio,

y tú escuchaste mi clamor.

A lo profundo me arrojaste,

al corazón mismo de los mares;

las corrientes me envolvían,

todas tus ondas y tus olas

pasaban sobre mí.

Y pensé: “He sido expulsado

de tu presencia;

pero volveré a contemplar

tu santo Templo”.2:4 pero … Templo. Alt. ¿Cómo volveré a contemplar tu santo Templo?

Las aguas me llegaban hasta el cuello,

lo profundo del mar me envolvía;

las algas se me enredaban en la cabeza,

arrastrándome a los cimientos de las montañas.

Me tragó la tierra y para siempre

sus cerrojos se cerraron tras de mí.

Pero tú, Señor, Dios mío,

rescataste mi vida de la fosa.

»Al sentir que se me iba la vida,

me acordé del Señor,

y mi oración llegó hasta ti,

hasta tu santo Templo.

»Los que siguen a ídolos vanos

abandonan el amor de Dios.2:8 abandonan el amor de Dios. Alt. desprecian la misericordia suya.

Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios

y cánticos de gratitud.

Cumpliré las promesas que te hice.

¡La salvación viene del Señor!».

Entonces el Señor dio una orden y el pez vomitó a Jonás en tierra firme.

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Jonás 3:1-10

Jonás obedece al Señor

La palabra del Señor vino por segunda vez a Jonás: «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive y proclámale el mensaje que te voy a dar».

Jonás se levantó y se encaminó a Nínive, como el Señor le ordenó. Nínive era una ciudad tan grande que se necesitaban tres días para recorrerla. Jonás entró en la ciudad y la recorrió todo un día, mientras proclamaba: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!». Y los ninivitas creyeron a Dios, proclamaron ayuno y, desde el mayor hasta el menor, se vistieron con ropa áspera en señal de arrepentimiento.

Cuando el rey de Nínive se enteró del mensaje, se levantó de su trono, se quitó su manto real, se vistió con ropa áspera y se sentó sobre ceniza. Luego mandó que se pregonara en Nínive:

«Por decreto del rey y de su corte:

»Ninguna persona o animal, ni ovejas ni vacas, probará alimento alguno, ni tampoco pastará ni beberá agua. Personas y animales vestirán telas ásperas y clamarán a Dios con todas sus fuerzas. Ordena así mismo que cada uno se convierta de su mal camino y de sus hechos violentos. ¡Quién sabe! Tal vez Dios cambie de parecer y aplaque el ardor de su ira, y no perezcamos».

Al ver Dios lo que hicieron, es decir, que habían abandonado su mal camino, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que había anunciado.

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Jonás 4:1-11

Enojo de Jonás

Pero esto disgustó mucho a Jonás y lo hizo enfurecer. Así que oró al Señor de esta manera:

—¡Oh Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios misericordioso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes. Así que ahora, Señor, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo!

—¿Tienes razón de enfurecerte tanto? —respondió el Señor.

Jonás salió y se sentó al este de la ciudad. Allí hizo un cobertizo y se sentó bajo su sombra para ver qué iba a suceder con la ciudad. Para aliviarlo de su malestar, Dios el Señor dispuso una planta,4:6 planta. Palabra de difícil traducción. la cual creció hasta cubrirle a Jonás la cabeza con su sombra. Jonás se alegró muchísimo por la planta. Pero al amanecer del día siguiente Dios dispuso que un gusano la hiriera y la planta se marchitó. Al salir el sol, Dios dispuso un abrasador viento del este. Además, el sol hería a Jonás en la cabeza, de modo que este desfallecía. Con deseos de morirse, exclamó: «¡Prefiero morir que seguir viviendo!».

Pero Dios dijo a Jonás:

—¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta?

—¡Claro que la tengo! —respondió—. ¡Me muero de rabia!

El Señor dijo:

—Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?

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