Jeremías 7:30-34, Jeremías 8:1-22, Jeremías 9:1-16 NVI

Jeremías 7:30-34

El valle de la Matanza

»”La gente de Judá ha hecho el mal que yo detesto —afirma el Señor. Han profanado la casa que lleva mi Nombre al colocar allí sus ídolos abominables. Además, construyeron los altares paganos de Tofet, en el valle de Ben Hinón, para quemar a sus hijos y a sus hijas en el fuego, cosa que jamás ordené ni me pasó siquiera por la mente. Por eso llegarán días —afirma el Señor—, cuando ya no lo llamarán más Tofet ni valle de Ben Hinón, sino valle de la Matanza y, a falta de otro lugar, en Tofet enterrarán a sus muertos. Los cadáveres de este pueblo servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra, y no habrá quien los espante. Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén se apaguen los gritos de alegría, las voces de júbilo y los cánticos del novio y de la novia, porque esta tierra quedará desolada.

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Jeremías 8:1-22

»”En aquel tiempo —afirma el Señor—, se exhumarán de sus sepulcros los huesos de los reyes y de los oficiales de Judá, de los sacerdotes, de los profetas y de los habitantes de Jerusalén. Quedarán expuestos al sol, a la luna y a todas las estrellas del cielo, a los que ellos amaron, sirvieron, consultaron y adoraron. No los recogerán ni los enterrarán; ¡como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra! En todos los lugares por donde yo disperse a los sobrevivientes de esta nación malvada, los que hayan quedado preferirán la muerte a la vida”, afirma el Señor de los Ejércitos.

Pecado y castigo

»Pero tú les advertirás que así dice el Señor:

»“Cuando los hombres caen,

¿acaso no se levantan?

Cuando uno se desvía,

¿acaso no vuelve al camino?

¿Por qué entonces este pueblo se ha desviado?

¿Por qué persiste Jerusalén en su apostasía?

Se aferran al engaño

y no quieren volver a mí.

He escuchado con suma atención,

para ver si alguien habla con rectitud,

pero nadie se arrepiente de su maldad;

nadie reconoce el mal que ha hecho.

Todos siguen su loca carrera,

como caballos desbocados en combate.

Aun la cigüeña en el cielo

conoce sus estaciones;

la tórtola, la golondrina y la grulla

saben cuándo deben emigrar.

Pero mi pueblo no conoce

las exigencias del Señor.

»”¿Cómo se atreven a decir:

‘Somos sabios; la Ley del Señor nos apoya’,

si la pluma engañosa de los escribas

la ha falsificado?

Los sabios serán avergonzados,

serán atrapados y abatidos.

Si han rechazado la palabra del Señor,

¿qué sabiduría pueden tener?

Por eso entregaré sus mujeres a otros hombres

y sus campos a otros dueños.

Porque desde el más pequeño hasta el más grande,

todos codician ganancias injustas;

desde el profeta hasta el sacerdote,

todos practican el engaño.

Curan por encima la herida de mi pueblo

y les desean: ‘¡Paz, paz!’,

cuando en realidad no hay paz.

¿Acaso se han avergonzado de la abominación que han cometido?

¡No, no se han avergonzado de nada

y ni siquiera saben lo que es la vergüenza!

Por eso, caerán con los que caigan;

cuando los castigue, serán derribados”,

dice el Señor.

»“Voy a arrancarlos por completo”,

afirma el Señor,

“no encuentro uvas en la viña

ni hay higos en la higuera;

sus hojas están marchitas.

¡Voy, pues, a quitarles

lo que les he dado!”».8:13 ¡Voy, … dado! Texto de difícil traducción.

¿Qué hacemos aquí sentados?

¡Vengan, y vámonos juntos a las ciudades fortificadas

para morir allí!

El Señor nuestro Dios nos está destruyendo.

Nos ha dado a beber agua envenenada,

porque hemos pecado contra él.

Esperábamos paz,

pero no llegó nada bueno.

Esperábamos un tiempo de salud,

pero solo nos llegó el terror.

Desde Dan se escucha

el resoplar de sus caballos;

cuando relinchan sus corceles,

tiembla toda la tierra.

Vienen a devorarse el país

y todo lo que hay en él,

la ciudad y todos sus habitantes.

«¡Miren! Estoy lanzando contra ustedes

serpientes venenosas que los morderán,

y contra ellas no hay encantamiento»,

afirma el Señor.

La aflicción me abruma;8:18 La aflicción me abruma. Frase de difícil traducción.

mi corazón desfallece.

El clamor de mi pueblo se levanta

y viene de una tierra lejana:

«¿Acaso no está el Señor en Sión?

¿No está allí su Rey?».

«¿Por qué me provocan con sus ídolos,

con sus dioses inútiles y extraños?».

«Pasó la cosecha,

se acabó el verano

y nosotros no hemos sido salvados».

Por la herida de mi pueblo estoy herido;

estoy de luto, el terror se apoderó de mí.

¿No queda bálsamo en Galaad?

¿No queda allí médico alguno?

¿Por qué no se ha restaurado

la salud de mi pueblo?

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Jeremías 9:1-16

¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial

y mis ojos una fuente de lágrimas,

para llorar de día y de noche

por los muertos de mi pueblo!

¡Ojalá tuviera yo en el desierto

una posada junto al camino!

Abandonaría a mi pueblo

y me alejaría de ellos.

Porque todos ellos son adúlteros,

son una banda de traidores.

«Tensan su lengua como un arco;

en el país prevalece la mentira, no la verdad,

porque van de mal en peor

y a mí no me conocen»,

afirma el Señor.

«Cuídese cada uno de su amigo,

no confíe ni siquiera en el hermano,

porque todo hermano engaña

y todo amigo calumnia.

Se engañan unos a otros;

no se hablan con la verdad.

Han enseñado a sus lenguas a mentir

y pecan hasta el cansancio.

Tú, Jeremías, vives en medio de engañadores,

que por su engaño no quieren reconocerme»,

afirma el Señor.

Por eso, así dice el Señor de los Ejércitos:

«Voy a refinarlos, a ponerlos a prueba.

¿Qué más puedo hacer con mi pueblo?

Su lengua es una flecha mortífera,

su boca solo sabe engañar;

hablan cordialmente con su amigo,

mientras en su interior le tienden una trampa.

¿Y no los he de castigar por esto?

¿Acaso no he de vengarme de semejante nación?»,

afirma el Señor.

Lloraré y gemiré por los montes,

me lamentaré por los prados del desierto,

porque están desolados:

ya nadie los transita

ni se escuchan los mugidos del ganado.

Desde las aves del cielo hasta los animales del campo,

todos han huido.

«Convertiré a Jerusalén en un montón de ruinas,

en una guarida de chacales.

Convertiré en ruinas las ciudades de Judá;

¡las dejaré sin habitantes!».

¿Quién es tan sabio como para entender esto? ¿A quién habló el Señor para que lo anuncie? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto por el que nadie pasa?

El Señor dice: «Porque ellos abandonaron la Ley que yo les entregué; no me obedecieron ni vivieron conforme a ella. Siguieron la terquedad de su corazón; se fueron tras los baales, como les habían enseñado sus antepasados». Por eso, así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: «A este pueblo le daré a comer alimentos amargos y a beber agua envenenada. Los dispersaré entre naciones que ni ellos ni sus antepasados conocieron; los perseguiré con espada hasta aniquilarlos».

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