2 Crónicas 16:1-14, 2 Crónicas 17:1-19, 2 Crónicas 18:1-27 NVI

2 Crónicas 16:1-14

Pacto de Asá con Ben Adad

16:1-61R 15:17-22

16:11–17:11R 15:23-24

En el año treinta y seis del reinado de Asá, Basá, rey de Israel, atacó a Judá y fortificó Ramá para aislar totalmente a Asá, rey de Judá.

Entonces Asá sacó plata y oro de los tesoros del Templo del Señor y del palacio real, y se los envió a Ben Adad, rey de Aram, que gobernaba en Damasco. También le envió este mensaje: «Hagamos un pacto tú y yo, como el que hicieron tu padre y el mío. Aquí te envío oro y plata. Anula tu pacto con Basá, rey de Israel, para que se marche de aquí».

Ben Adad estuvo de acuerdo con el rey Asá y envió a los comandantes de su ejército para que atacaran las ciudades de Israel. Así conquistaron Iyón, Dan y Abel Mayin, además de todos los lugares de almacenamiento que había en las ciudades de Neftalí. Cuando Basá se enteró, dejó de fortificar Ramá. Entonces el rey Asá movilizó a todo Judá y se llevó de Ramá las piedras y la madera con que había estado fortificando aquella ciudad y fortificó más bien Gueba y Mizpa.

En esa ocasión el vidente Jananí se presentó ante Asá, rey de Judá, y le dijo: «Por cuanto pusiste tu confianza en el rey de Aram en vez de confiar en el Señor tu Dios, el ejército arameo se te ha escapado de las manos. ¿Acaso los cusitas y los libios no formaban un ejército numeroso y tenían muchos carros de combate y caballos? Sin embargo, el Señor los entregó en tus manos, porque en esa ocasión tú confiaste en él. El Señor recorre con su mirada toda la tierra y está listo para ayudar a quienes le son fieles.16:9 quienes le son fieles. Lit. los de corazón íntegro para él. De ahora en adelante tendrás guerras, pues actuaste como un necio».

Asá se enfureció contra el vidente por lo que este le dijo y lo mandó encarcelar. Al mismo tiempo, Asá oprimió también a una parte del pueblo.

Los hechos de Asá, desde el primero hasta el último, están escritos en el libro de los reyes de Judá e Israel. En el año treinta y nueve de su reinado, Asá se enfermó de los pies; y aunque su enfermedad era grave, no buscó al Señor, sino que recurrió a los médicos. En el año cuarenta y uno de su reinado, Asá murió y fue sepultado con sus antepasados. Lo sepultaron en la tumba que él había mandado cavar en la Ciudad de David, y lo colocaron sobre un lecho lleno de perfumes y diversas clases de especias aromáticas, muy bien preparadas. En su honor encendieron una enorme hoguera.

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2 Crónicas 17:1-19

Josafat, rey de Judá

Al rey Asá lo sucedió en el trono su hijo Josafat, quien se impuso a la fuerza sobre Israel. Colocó tropas en todas las ciudades fortificadas de Judá y guarniciones en el territorio de Judá y en las ciudades de Efraín que su padre Asá había conquistado.

El Señor estuvo con Josafat porque siguió el ejemplo inicial de su padre,17:3 de su padre (mss. hebreos y LXX); de su padre David (TM). pues no buscó a los baales, sino al Dios de su padre, obedeció los mandamientos de Dios y no siguió las prácticas de los israelitas. Por eso el Señor afirmó el reino en sus manos. Todo Judá le llevaba regalos y llegó a tener muchas riquezas y recibió muchos honores. Dedicó su corazón a los caminos del Señor; hasta quitó de Judá los altares paganos y las imágenes de la diosa Aserá.

En el año tercero de su reinado, Josafat envió a sus oficiales Ben Jayil, Abdías, Zacarías, Natanael y Micaías para que instruyeran a la gente en las ciudades de Judá. Con ellos fueron los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asael, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías; también los sacerdotes Elisama y Jorán. Llevaron consigo el libro de la Ley del Señor para instruir a los habitantes de Judá. Así que recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando al pueblo.

Todos los reinos de las naciones vecinas de Judá sintieron un miedo profundo hacia el Señor y no se atrevieron a declararle la guerra a Josafat. Aun algunos filisteos llevaron a Josafat, como tributo, regalos y plata. Los árabes también le llevaron siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos machos cabríos.

Josafat se hizo cada vez más poderoso. Construyó en Judá fortalezas y lugares de almacenamiento, y tenía muchas provisiones en las ciudades. En Jerusalén contaba con un regimiento de soldados muy valientes, cuyo registro, según sus familias patriarcales, es el siguiente:

Comandantes de mil soldados en Judá:

Adnás, comandante al frente de trescientos mil soldados.

Le seguía Johanán, comandante al frente de doscientos ochenta mil soldados;

junto a este, Amasías, hijo de Zicrí, que se ofreció voluntariamente para servir al Señor y estaba al frente de doscientos mil soldados.

De Benjamín:

Eliadá, guerrero valiente, al frente de doscientos mil soldados que portaban arcos y escudos.

Le seguía Jozabad, al frente de ciento ochenta mil soldados adiestrados para la guerra.

Todos ellos estaban al servicio del rey, sin contar los que este había destinado para las ciudades fortificadas de todo Judá.

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2 Crónicas 18:1-27

Micaías profetiza contra Acab

18:1-271R 22:1-28

Josafat se hizo muy rico y famoso y, como había emparentado con Acab, después de algún tiempo fue a visitarlo en Samaria. Allí Acab mató muchas ovejas y vacas para Josafat y sus acompañantes y lo animó a marchar contra Ramot de Galaad.

Acab, rey de Israel, preguntó a Josafat, rey de Judá:

—¿Irías conmigo a pelear contra Ramot de Galaad?

Josafat respondió:

—Estoy a tu disposición, lo mismo que mi pueblo. Iremos contigo a la guerra.

Pero Josafat también le dijo al rey de Israel:

—Antes que nada, consultemos al Señor.

Así que el rey de Israel reunió a los profetas, que eran cuatrocientos y les preguntó:

—¿Debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad o no?

—Vaya usted —contestaron ellos—, porque Dios la entregará en manos de Su Majestad.

Pero Josafat inquirió:

—¿No hay aquí un profeta del Señor a quien podamos consultar?

El rey de Israel respondió:

—Todavía hay alguien por medio de quien podemos consultar al Señor, pero me cae muy mal porque nunca me profetiza nada bueno; solo me anuncia desastres. Se trata de Micaías, hijo de Imlá.

—No digas eso —respondió Josafat.

Entonces el rey de Israel llamó a uno de sus funcionarios y ordenó:

—¡Traigan de inmediato a Micaías, hijo de Imlá!

El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus trajes reales y sentados en sus respectivos tronos, estaban en la plaza a la entrada de Samaria con todos los que profetizaban en su presencia. Sedequías, hijo de Quenaná, que se había hecho unos cuernos de hierro, anunció: «Así dice el Señor: “Con estos cuernos atacarás a los arameos hasta aniquilarlos”».

Y los demás profetas vaticinaban lo mismo. «Ataque usted a Ramot de Galaad y vencerá, porque el Señor la entregará en manos de Su Majestad».

Ahora bien, el mensajero que había ido a llamar a Micaías le advirtió:

—Mira, los demás profetas a una voz predicen el éxito del rey. Habla favorablemente, para que tu mensaje concuerde con el de ellos.

Pero Micaías repuso:

—Tan cierto como que el Señor vive, anunciaré al rey lo que mi Dios me diga.

Cuando compareció ante el rey, este le preguntó:

—Micaías, ¿debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad o no?

—Ataquen y vencerán —contestó él—, porque les será entregada.

El rey le reclamó:

—¿Cuántas veces debo hacerte jurar que no me digas nada más que la verdad en el nombre del Señor?

Ante esto, Micaías concedió:

—Vi a todo Israel esparcido por las colinas como ovejas sin pastor. Y el Señor dijo: “Esta gente no tiene amo. ¡Que cada cual se vaya a su casa en paz!”.

El rey de Israel dijo a Josafat:

—¿No te dije que jamás me profetiza nada bueno y que solo me anuncia desastres?

Micaías prosiguió:

—Por lo tanto, oigan la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono con todo el ejército del cielo alrededor de él, a su derecha y a su izquierda. Y el Señor dijo: “¿Quién seducirá a Acab, rey de Israel, para que ataque a Ramot de Galaad y vaya a morir allí?”. Uno sugería una cosa y otro sugería otra. Por último, un espíritu se adelantó, se puso delante del Señor y dijo: “Yo lo seduciré”. “¿Por qué medios?”, preguntó el Señor. Y aquel espíritu respondió: “Saldré y seré un espíritu mentiroso en la boca de todos sus profetas”. Entonces el Señor ordenó: “Ve y hazlo así, que tendrás éxito en seducirlo”.

»Así que ahora el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en la boca de estos profetas suyos. El Señor ha decretado para usted la calamidad».

Al oír esto, Sedequías, hijo de Quenaná, se levantó y le dio una bofetada a Micaías.

—¿Por dónde se fue el espíritu18:23 espíritu. Alt. Espíritu. del Señor cuando salió de mí para hablarte? —preguntó.

Micaías contestó:

—Lo sabrás el día en que andes de escondite en escondite.

Entonces el rey de Israel ordenó:

—Tomen a Micaías y llévenselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a Joás, mi hijo. Díganles que ordeno que lo echen en la cárcel y solo le den pan y agua, hasta que yo regrese sin contratiempos.

Micaías manifestó:

—Si regresas en paz, el Señor no ha hablado por medio de mí. ¡Tomen nota todos ustedes de lo que estoy diciendo!

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