Lamentaciones 3:40-66, Lamentaciones 4:1-22, Lamentaciones 5:1-22 NVI

Lamentaciones 3:40-66

Examinemos y pongamos a prueba nuestras conductas

y volvamos al Señor.

Elevemos al Dios de los cielos

nuestro corazón y nuestras manos.

Hemos pecado, hemos sido rebeldes

y tú no nos has perdonado.

Sámej

Te cubriste de ira y nos persigues;

nos matas sin piedad.

Te cubriste con una nube

para no escuchar nuestra oración.

Como a escoria despreciable

nos has arrojado entre las naciones.

Pe

Todos nuestros enemigos abren la boca

para hablar mal de nosotros.

Hemos sufrido terrores y trampas,

ruina y destrucción.

Ríos de lágrimas corren por mis mejillas

porque ha sido destruida la hija de mi pueblo.

Ayin

Se inundarán en llanto mis ojos,

sin cesar y sin consuelo,

hasta que el Señor

contemple desde el cielo y vea.

Me duele en lo más profundo del alma

ver sufrir a las mujeres de mi ciudad.

Tsade

Mis enemigos me persiguen sin razón,

y quieren atraparme como a un ave.

Me quieren enterrar vivo

y me tiraron piedras.

Las aguas me han cubierto la cabeza;

tal parece que me ha llegado el fin.

Qof

Desde lo más profundo de la fosa

invoqué, Señor, tu nombre,

y tú escuchaste mi plegaria:

«No cierres tus oídos a mi clamor de alivio».

Te invoqué, y viniste a mí;

«No temas», me dijiste.

Resh

Tú, Señor, te pusiste de mi parte;

tú redimiste mi vida.

Tú, Señor, viste el mal que me causaron;

¡hazme justicia!

Tú notaste su sed de venganza

y todas sus maquinaciones en mi contra.

Shin

Señor, tú has escuchado sus insultos

y todos sus planes en mi contra;

tú sabes que todo el día mis enemigos

murmuran y se confabulan contra mí.

¡Míralos! Hagan lo que hagan,3:63 ¡Míralos! Hagan lo que hagan. Lit. Su sentarse y su levantarse mira.

se burlan de mí en sus canciones.

Tav

¡Dales, Señor, su merecido

por todo lo que han hecho!

Pon un velo sobre sus corazones,

¡y caiga sobre ellos tu maldición!

Persíguelos, Señor, en tu enojo,

y bórralos de debajo de tus cielos.

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Lamentaciones 4:1-22

Álef

Lm 4 Este capítulo es un poema acróstico, que sigue el orden del alfabeto hebreo. ¡Cómo ha perdido el oro su brillo!

¡Se ha empañado el oro fino!

¡Regadas por las esquinas de las calles

se han quedado las joyas sagradas!

Bet

A los valiosos hijos de Sión,

que antes valían su peso en oro,

hoy se les ve como vasijas de barro,

como la obra de un alfarero.

Guímel

Hasta los chacales ofrecen el pecho

y dan leche a sus cachorros,

pero mi pueblo4:3 mi pueblo. Lit. la hija de mi pueblo; también en vv. 6 y 10. ya no tiene sentimientos;

¡es como los avestruces del desierto!

Dálet

Tanta es la sed que tienen los niños

que la lengua se les pega al paladar.

Piden pan los pequeñuelos,

pero nadie se lo da.

He

Quienes antes comían los más ricos manjares

hoy desfallecen de hambre por las calles.

Quienes antes se vestían de fina lana color púrpura

hoy se revuelcan en medio de la basura.

Vav

Más grande que los pecados de Sodoma

es la iniquidad de mi pueblo;

¡fue derribada en un instante

y nadie tendió la mano para ayudarla!

Zayin

Más radiantes que la nieve eran sus príncipes

y más blancos que la leche;

más rosado que el coral era su cuerpo;

su apariencia era la del zafiro.

Jet

Pero ahora se ven más sucios que el hollín;

en la calle nadie los reconoce.

Su piel, reseca como la leña,

se les pega a los huesos.

Tet

¡Dichosos los que mueren por la espada,

más que los que mueren de hambre!

Torturados por el hambre desfallecen,

pues no cuentan con los frutos del campo.

Yod

Con sus manos, mujeres compasivas

cocinaron a sus propios hijos,

y esos niños fueron su alimento

cuando mi pueblo fue destruido.

Caf

El Señor dio rienda suelta a su enojo;

dejó correr el ardor de su ira.

Prendió fuego a Sión

y la consumió hasta sus cimientos.

Lámed

No creían los reyes de la tierra,

ni tampoco los habitantes del mundo,

que los enemigos y adversarios de Jerusalén

cruzarían alguna vez sus puertas.

Mem

Pero sucedió por los pecados de sus profetas,

por las iniquidades de sus sacerdotes,

¡por derramar sangre inocente

en las calles de la ciudad!

Nun

Manchados de sangre

andan por las calles como ciegos.

No hay nadie que se atreva

a tocar siquiera sus vestidos.

Sámej

«¡Largo de aquí, impuros!», les grita la gente.

«¡Fuera! ¡Fuera! ¡No nos toquen!».

El pueblo de otras naciones paganas les dice:

«Son unos vagabundos que andan huyendo.

No pueden quedarse aquí más tiempo».

Pe

El Señor mismo los ha dispersado;

ya no se preocupa por ellos.

Ya no hay respeto para los sacerdotes

ni compasión para los ancianos.

Ayin

Para colmo, desfallecen nuestros ojos

esperando en vano que alguien nos ayude.

Desde nuestras torres estamos en espera

de una nación que no puede salvarnos.

Tsade

A cada paso nos acechan;

no podemos ya andar por las calles.

Nuestro fin se acerca, nos ha llegado la hora;

¡nuestros días están contados!

Qof

Nuestros perseguidores resultaron

más veloces que las águilas del cielo;

nos persiguieron por las montañas,

nos acecharon en el desierto.

Resh

También cayó en sus redes el ungido del Señor,

que era el aliento de nuestras vidas.

Era él de quien decíamos:

¡Viviremos bajo su sombra entre las naciones!

Shin

¡Regocíjate y alégrate, hija de Edom,

que vives como reina en la tierra de Uz!

¡Pero ya tendrás que beber de esta copa,

y quedarás embriagada y desnuda!

Tav

Tu castigo se ha cumplido, hija de Sión;

Dios no volverá a desterrarte.

Pero a ti, hija de Edom, te castigará por tu maldad

y pondrá al descubierto tus pecados.

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Lamentaciones 5:1-22

¡Recuerda, Señor, lo que nos ha sucedido!

¡Contempla y ve nuestra deshonra!

Nuestra heredad ha caído en manos extrañas;

nuestro hogar, en manos de extranjeros.

No tenemos padre, hemos quedado huérfanos;

viudas han quedado nuestras madres.

El agua que bebemos, tenemos que pagarla;

la leña, tenemos que comprarla.

Los que nos persiguen nos pisan los talones;5:5 Los que … los talones. Lit. Sobre nuestro cuello nos persiguen.

estamos fatigados y no hallamos descanso.

Entramos en tratos5:6 Entramos en tratos. Lit. Dimos la mano. con Egipto y con Asiria

para conseguir alimentos.

Nuestros antepasados pecaron y murieron,

pero a nosotros nos tocó el castigo.

Ahora nos gobiernan los esclavos

y no hay quien nos libre de sus manos.

Conseguimos pan a riesgo de nuestras vidas,

al enfrentar las espadas del desierto.

La piel nos arde como un horno;

de hambre nos da fiebre.

Las mujeres fueron violadas en Sión

y las vírgenes, en las ciudades de Judá.

A nuestros príncipes los colgaron de las manos

y a nuestros ancianos no los honraron.

A nuestros mejores jóvenes los pusieron a moler;

los niños tropezaban bajo el peso de la leña.

Ya no se sientan los ancianos a las puertas de la ciudad;

ni se escucha la música de los jóvenes.

En nuestro corazón no hay gozo;

nuestra danza se convirtió en lamento.

Nuestra cabeza se ha quedado sin corona.

¡Ay de nosotros que hemos pecado!

Desfallece nuestro corazón;

se apagan nuestros ojos,

porque el monte Sión se halla desolado,

y sobre él rondan los chacales.

Pero tú, Señor, reinas eternamente;

tu trono permanece de generación en generación.

¿Por qué siempre nos olvidas?

¿Por qué nos abandonas tanto tiempo?

Permítenos volver a ti, Señor, y volveremos;

renueva nuestra vida como antes.

La verdad es que nos has rechazado

y te has excedido en tu enojo contra nosotros.

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