Jeremías 23:9-40, Jeremías 24:1-10, Jeremías 25:1-14 NVI

Jeremías 23:9-40

Profetas mentirosos

En cuanto a los profetas:

Mi corazón está quebrantado dentro de mí

y se me estremecen los huesos.

Por causa del Señor

y de sus santas palabras,

hasta parezco un borracho,

alguien dominado por el vino.

La tierra está llena de adúlteros,

por causa de la maldición está de luto

y los pastos del desierto se han secado.

Los profetas corren tras la maldad,

y usan su poder para la injusticia.

«Impíos son los profetas y los sacerdotes;

aun en mi propia casa encuentro su maldad»,

afirma el Señor.

«Por eso su camino será resbaladizo;

serán empujados a las tinieblas,

y en ellas se hundirán.

Yo traeré sobre ellos una calamidad

en el año de su castigo»,

afirma el Señor.

«Algo repugnante he observado

entre los profetas de Samaria:

profetizaron en nombre de Baal

y descarriaron a mi pueblo Israel.

Y entre los profetas de Jerusalén

he observado cosas terribles:

cometen adulterio y viven en la mentira;

fortalecen las manos de los malhechores,

ninguno se convierte de su maldad.

Todos ellos son para mí como Sodoma;

los habitantes de Jerusalén son como Gomorra».

Por tanto, así dice el Señor de los Ejércitos contra los profetas:

«Haré que coman alimentos amargos

y que beban agua envenenada,

porque los profetas de Jerusalén

han esparcido la impiedad por toda la tierra».

Así dice el Señor de los Ejércitos:

«No escuchen lo que dicen los profetas,

pues alientan en ustedes falsas esperanzas;

cuentan visiones que se han imaginado

y que no proceden de la boca del Señor.

A los que me desprecian les aseguran

que yo, el Señor, digo que gozarán de paz;

a los que obedecen los dictados de su terco corazón

les dicen que no les sobrevendrá ningún mal.

¿Quién de ellos ha estado en el consejo del Señor?

¿Quién ha recibido o escuchado su palabra?

¿Quién ha atendido y escuchado su palabra?

La tempestad del Señor

se ha desatado con furor;

un torbellino se cierne amenazante

sobre la cabeza de los malvados.

La ira del Señor no cesará

hasta que haya realizado por completo

los propósitos de su corazón.

Al final de los tiempos

lo comprenderán con claridad.

Yo no envié a esos profetas,

pero ellos corrieron a llevar sus mensajes;

ni siquiera hablé,

pero ellos profetizaron.

Si hubieran estado en mi consejo,

habrían proclamado mis palabras a mi pueblo;

lo habrían hecho volver de su mal camino

y de sus malas acciones.

»¿Soy acaso Dios solo de cerca?

¿No soy Dios también de lejos?»,

afirma el Señor.

«¿Podrá el hombre hallar un escondite

donde yo no pueda encontrarlo?»,

afirma el Señor.

«¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra?»,

afirma el Señor.

«He escuchado lo que dicen los profetas que profieren mentiras en mi nombre, los cuales dicen: “¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!”. ¿Hasta cuándo continuarán los profetas hablando mentiras y delirios de sus propios corazones? Con los sueños que se cuentan unos a otros pretenden hacer que mi pueblo se olvide de mi nombre, como sus antepasados se olvidaron de mi nombre por el de Baal. El profeta que tenga un sueño, que lo cuente; pero el que reciba mi palabra, que la proclame con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano?», afirma el Señor. «¿No es acaso mi palabra como fuego y como martillo que pulveriza la roca?», afirma el Señor.

«Por eso yo estoy contra los profetas que se roban mis palabras entre sí», afirma el Señor. «Yo estoy contra los profetas que con sus propias lenguas hablan por hablar», afirma el Señor. «Yo estoy contra los profetas que cuentan sueños mentirosos y que, al contarlos, hacen que mi pueblo se extravíe con sus mentiras y sus presunciones», afirma el Señor. «Yo no los he enviado ni he dado ninguna orden. No traen ningún beneficio a este pueblo», afirma el Señor.

Profecías falsas

«Si este pueblo o algún profeta o sacerdote te pregunta: “¿Qué mensaje23:33 mensaje. Juego de palabras aquí y en los vv. siguientes; el vocablo hebreo también significa carga. tenemos del Señor?”, tú responderás: “¿De qué mensaje hablas? Yo los abandonaré”, afirma el Señor. Si un profeta o un sacerdote o alguien del pueblo dice: “Este es el mensaje del Señor”, yo castigaré a ese hombre y a su casa. Así deberán hablarse entre amigos y hermanos: “¿Qué ha respondido el Señor?”, o “¿Qué ha dicho el Señor?”. Pero no deberán mencionar más la frase “Mensaje del Señor”, porque el mensaje de cada uno será su propia palabra, ya que ustedes han distorsionado las palabras del Dios viviente, del Señor de los Ejércitos, nuestro Dios. Así dirás a los profetas: “¿Qué les ha respondido el Señor? ¿Qué les ha dicho?”. Pero si ustedes responden: “¡Mensaje del Señor!”, el Señor dice: “Por cuanto ustedes han dicho: ‘¡Mensaje del Señor!’, siendo que yo había prohibido que pronunciaran esta frase, entonces me olvidaré de ustedes y los echaré de mi presencia, junto con la ciudad que di a ustedes y a sus antepasados. Y los afligiré con vergüenza eterna, con una deshonra eterna que jamás será olvidada”».

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Jeremías 24:1-10

Dos canastas de higos

Después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joacim y rey de Judá, junto con los oficiales de Judá, los artesanos y herreros, el Señor me mostró dos canastas de higos colocadas frente al Templo del Señor. Una de ellas tenía higos muy buenos, como los que maduran primero; la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer.

Entonces el Señor me preguntó: «¿Qué ves, Jeremías?».

Yo respondí: «Veo higos. Unos están muy buenos, pero otros están tan malos que no se pueden comer».

La palabra del Señor vino a mí y me dijo: «Así dice el Señor, el Dios de Israel: “A los deportados de Judá, que envié de este lugar a la tierra de los babilonios,24:5 Lit. caldeos. los consideraré como a estos higos buenos. Los miraré favorablemente y los haré volver a esta tierra. Los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón para que me conozcan, pues yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón.

»”Pero a Sedequías, rey de Judá, a sus oficiales y a los sobrevivientes de Jerusalén —lo mismo a los que se quedaron en esta tierra como a los que viven en Egipto—, los trataré como a los higos malos, que de tan malos no se pueden comer”, afirma el Señor. “Los convertiré en motivo de espanto y de calamidad, para todos los reinos de la tierra. En todos los lugares por donde yo los disperse, serán objeto de escarnio, desprecio, burla y maldición. Enviaré contra ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean exterminados de la tierra que di a ellos y a sus antepasados”».

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Jeremías 25:1-14

Setenta años de cautiverio

Esta es la palabra que vino a Jeremías con relación a todo el pueblo de Judá. La recibió en el año cuarto del reinado de Joacim, hijo de Josías y rey de Judá, es decir, durante el año primero del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia. El profeta Jeremías dijo lo siguiente a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén: «Desde el año trece de Josías, hijo de Amón y rey de Judá, hasta el día de hoy, durante veintitrés años, el Señor me ha dirigido su palabra y yo les he hablado en repetidas ocasiones, pero ustedes no me han hecho caso.

»Además, una y otra vez el Señor ha enviado a sus siervos los profetas, pero ustedes no los han escuchado ni les han prestado atención. Ellos los exhortaban: “Dejen ya su mal camino y sus malas acciones. Así podrán habitar en la tierra que, desde siempre y para siempre, el Señor ha dado a ustedes y a sus antepasados. No vayan tras otros dioses para servirles y adorarlos; no me ofendan con la obra de sus manos y no les haré ningún mal”.

»Pero ustedes no me obedecieron —afirma el Señor—, sino que me irritaron con la obra de sus manos para su propia desgracia.

»Por eso, así dice el Señor de los Ejércitos: “Por cuanto no han obedecido mis palabras, yo haré que vengan todos los pueblos del norte y también mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia. Los traeré contra esta tierra, contra sus habitantes y contra todas las naciones vecinas, y los destruiré por completo: ¡los convertiré en objeto de horror, de burla y de eterna ruina!”, afirma el Señor. “Haré que desaparezcan entre ellos los gritos de gozo y alegría, las voces del novio y la novia, el ruido del molino y la luz de la lámpara. Todo este país quedará reducido a horror y ruina; estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años”.

»Pero cuando se hayan cumplido los setenta años, yo castigaré por su iniquidad al rey de Babilonia y a aquella nación, país de los babilonios,25:12 Lit. caldeos. y los convertiré en ruina perpetua», afirma el Señor. «Haré que vengan sobre esa tierra todas las amenazas que anuncié, todo lo que está registrado en este libro y que Jeremías ha profetizado contra todas las naciones. Ellos mismos serán esclavizados por muchas naciones y reyes poderosos. Así les daré lo que merecen su conducta y sus hechos».

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