Isaías 8:11-22, Isaías 9:1-21, Isaías 10:1-19 NVI

Isaías 8:11-22

Hay que temer a Dios

El Señor me habló fuertemente y me advirtió que no siguiera el camino de este pueblo. Me dijo:

«No digan ustedes que es conspiración

todo lo que llama conspiración esta gente;

no teman lo que ellos temen

ni se dejen asustar.

Solo al Señor de los Ejércitos tendrán ustedes por santo,

solo a él deben honrarlo,

solo a él han de temerlo.

Él será un santuario.

Pero será una piedra de tropiezo

para las dos casas de Israel;

una roca que los hará caer.

¡Será para los habitantes de Jerusalén

un lazo y una trampa!

Muchos de ellos tropezarán;

caerán y serán quebrantados,

se les tenderán trampas y en ellas quedarán atrapados».

Guarda bien el testimonio;

sella la Ley entre mis discípulos.

El Señor ha escondido su rostro del pueblo de Jacob,

pero yo esperaré en él,

pues en él tengo puesta mi esperanza.

Aquí me tienen, con los hijos que el Señor me ha dado. Somos en Israel señales y presagios del Señor de los Ejércitos, que habita en el monte Sión.

Si alguien les dice: «Consulten a las médiums y a los espiritistas que susurran y musitan; ¿acaso no es deber de un pueblo consultar a sus dioses y a los muertos en favor de los vivos?», yo les digo: «¡Aténganse a la Ley y al testimonio!». Para quienes no se atengan a esto no habrá un amanecer. Ustedes habrán de enfurecerse cuando, angustiados y hambrientos, vaguen por la tierra. Levantando los ojos al cielo, maldecirán a su rey y a su Dios y, clavando la mirada en la tierra, solo verán aflicción, tinieblas y espantosa penumbra; ¡serán arrojados a una oscuridad total!

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Isaías 9:1-21

Nos ha nacido un niño

A pesar de todo, no habrá más penumbra para la que estuvo angustiada. En el pasado Dios humilló a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pero en el futuro honrará a Galilea de los gentiles, desde el Camino del Mar, al otro lado del Jordán.

El pueblo que andaba en la oscuridad

ha visto una gran luz;

sobre los que vivían en tierra de sombra de muerte9:2 O tierra de profunda oscuridad.

una luz ha resplandecido.

Tú has hecho que la nación crezca;

has aumentado su alegría.

Y se alegran ellos en tu presencia

como cuando recogen la cosecha,

como cuando reparten el botín.

Ciertamente tú has quebrado,

como en la derrota de Madián,

el yugo que los oprimía,

la barra que pesaba sobre sus hombros,

el bastón de mando que los subyugaba.

Todas las botas guerreras que resonaron en la batalla

y toda la ropa teñida en sangre

serán arrojadas al fuego,

serán consumidas por las llamas.

Porque nos ha nacido un niño,

se nos ha concedido un hijo;

la soberanía reposará sobre sus hombros

y se le darán estos nombres:

Consejero Admirable, Dios Fuerte,

Padre Eterno, Príncipe de Paz.

Se extenderán su soberanía y su paz

y no tendrán fin.

Gobernará sobre el trono de David

y sobre su reino,

para establecerlo y sostenerlo

con justicia y rectitud

desde ahora y para siempre.

Esto lo llevará a cabo

el celo del Señor de los Ejércitos.

El enojo del Señor contra Israel

El Señor ha enviado su palabra;

la ha enviado contra Jacob,

¡ya cae sobre Israel!

De esto se entera todo el pueblo

—Efraín y los habitantes de Samaria—,

todos los que dicen con orgullo

y piensan con arrogancia:

«Si se caen los ladrillos,

reconstruiremos con piedra tallada;

si se caen las vigas de higuera,

las repondremos con vigas de cedro».

Pero el Señor ha fortalecido a los adversarios de Rezín;

ha incitado a sus enemigos.

Los arameos en el este y los filisteos en el oeste

se comieron a Israel de un solo bocado.

A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado;

su mano aún sigue extendida.

Pero el pueblo no volvió al que lo ha castigado;

no ha buscado al Señor de los Ejércitos.

Por eso en un mismo día el Señor cortará a Israel la cabeza y la cola,

la palmera y el junco.

La cabeza son los jefes y la gente de alto rango;

la cola son los profetas, maestros de mentiras.

Los guías de este pueblo lo han extraviado;

los que se dejan guiar son confundidos.

Por eso no se complacerá el Señor en los jóvenes;

tampoco se apiadará de huérfanos y viudas,

porque todos ellos son impíos y malvados;

sus labios profieren necedades.

A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado;

su mano aún sigue extendida.

Porque la maldad arde como un fuego

que consume espinos y cardos,

que incendia la espesura del bosque

y sube luego, como torbellino, en una columna de humo.

Por la ira del Señor de los Ejércitos

arderá en fuego la tierra.

Y el pueblo será el combustible:

¡Nadie se compadecerá de su hermano!

Unos comerán lo que esté a su mano derecha,

pero se quedarán con hambre;

otros comerán lo que esté a su izquierda,

pero no quedarán satisfechos.

¡Se comerán a sus propios hijos!9:20 a sus propios hijos. Lit. la carne de su brazo.

Manasés se comerá a Efraín y Efraín a Manasés;

entonces los dos juntos atacarán a Judá.

A pesar de todo esto,

la ira de Dios no se ha aplacado;

su mano aún sigue extendida.

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Isaías 10:1-19

¡Ay de los que emiten estatutos injustos

y publican edictos opresivos!

Privan de sus derechos a los pobres

y no les hacen justicia a los oprimidos de mi pueblo;

hacen de las viudas su presa

y saquean a los huérfanos.

¿Qué van a hacer cuando deban rendir cuentas,

cuando llegue desde lejos la tormenta?

¿A quién acudirán en busca de ayuda?

¿En dónde dejarán sus riquezas?

No les quedará más remedio que humillarse entre los cautivos

o morir entre los masacrados.

A pesar de todo esto,

la ira de Dios no se ha aplacado;

su mano aún sigue extendida.

Juicio de Dios sobre Asiria

«¡Ay de Asiria, vara de mi ira!

¡El garrote de mi enojo está en su mano!

Lo envío contra una nación impía,

lo mando contra un pueblo que me enfurece,

para saquearlo y despojarlo,

para pisotearlo como al barro de las calles.

Pero esto Asiria no se lo propuso;

¡ni siquiera lo pensó!

Solo busca destruir

y aniquilar a muchas naciones.

Pues dice: “¿Acaso no son reyes todos mis comandantes?

¿No es Calnó como Carquemis?

¿No es Jamat como Arfad

y Samaria como Damasco?

Así como alcanzó mi mano a los reinos de los ídolos,

reinos cuyas imágenes superaban a las de Jerusalén y de Samaria,

y así como hice con Samaria y sus dioses,

también haré con Jerusalén y sus ídolos”».

Cuando el Señor termine lo que va a hacer contra el monte Sión y contra Jerusalén, él dirá: «Castigaré el fruto del orgulloso corazón del rey de Asiria y la arrogancia de sus ojos. Porque afirma:

»“Esto lo hizo el poder de mi mano;

lo hizo mi sabiduría porque soy inteligente.

He cambiado las fronteras de los pueblos,

he saqueado sus tesoros;

como un guerrero poderoso he derribado a sus reyes.

Como quien mete la mano en un nido,

me he adueñado de la riqueza de los pueblos;

como quien recoge huevos abandonados,

me he apoderado de toda la tierra;

y no hubo nadie que aleteara

ni abriera el pico para piar”».

¿Puede acaso gloriarse el hacha más que el que la maneja

o jactarse la sierra contra quien la usa?

¡Como si pudiera el bastón manejar a quien lo tiene en la mano

o la frágil vara pudiera levantar a quien pesa más que la madera!

Por eso enviará el Señor,

el Señor de los Ejércitos,

una enfermedad devastadora

sobre sus robustos guerreros.

En vez de honrarlos, les prenderá fuego,

un fuego como de llama ardiente.

La Luz de Israel se convertirá en fuego;

su Santo se volverá una llama.

En un solo día quemará sus espinos

y consumirá sus zarzas.

Destruirá de extremo a extremo

el esplendor de sus bosques y de sus huertos,

como enfermo carcomido por la plaga.

Tan pocos árboles quedarán en su bosque

que hasta un niño podrá contarlos.

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