2 Samuel 1:1-27, 2 Samuel 2:1-7 NVI

2 Samuel 1:1-27

Noticia de la muerte de Saúl

1:4-121S 31:1-13; 1Cr 10:1-12

Después de la muerte de Saúl, David se detuvo dos días en Siclag, luego de haber derrotado a los amalecitas. Al tercer día, llegó a Siclag un hombre que venía del campamento de Saúl. En señal de duelo se presentó ante David con la ropa rasgada y la cabeza cubierta de ceniza, y se postró rostro en tierra.

—¿De dónde vienes? —preguntó David.

—Vengo huyendo del campamento israelita —respondió.

—Pero ¿qué ha pasado? —exclamó David—. ¡Cuéntamelo todo!

—Pues resulta que nuestro ejército ha huido de la batalla y muchos han caído muertos —contestó el mensajero—. Entre los caídos en combate se cuentan Saúl y su hijo Jonatán.

—¿Y cómo sabes tú que Saúl y su hijo Jonatán han muerto? —preguntó David al criado que había traído la noticia.

—Por casualidad me encontraba yo en el monte Guilboa. De pronto, vi a Saúl apoyado en su lanza y asediado por los carros y la caballería —respondió el criado—. Saúl se volvió y al verme me llamó. Yo me puse a sus órdenes. Me preguntó quién era yo y respondí que era amalecita. Entonces me pidió que me acercara y me ordenó: “¡Mátame de una vez, pues estoy agonizando y no acabo de morir!”. Yo me acerqué y lo maté, pues me di cuenta de que no iba a sobrevivir al desastre. Luego le quité la corona de la cabeza y el brazalete que llevaba en el brazo para traérselos a usted, mi señor.

Al oírlo, David y los que estaban con él se rasgaron las vestiduras. Lloraron y ayunaron hasta el anochecer porque Saúl y su hijo Jonatán habían caído a filo de espada, y también por el ejército del Señor y por la nación de Israel.

Entonces David preguntó al joven que había traído la noticia:

—¿De dónde eres?

—Soy un extranjero amalecita —respondió.

—¿Y cómo te atreviste a alzar la mano para matar al ungido del Señor? —reclamó David.

Y enseguida llamó a uno de sus hombres y ordenó:

—¡Anda, mátalo!

Aquel cumplió la orden y lo mató. David, por su parte, dijo:

—¡Que tu sangre caiga sobre tu cabeza! Tu boca misma te condena al admitir que mataste al ungido del Señor.

Lamento de David por Saúl y Jonatán

David compuso este lamento en honor de Saúl y de su hijo Jonatán. Lo llamó el «Cántico del Arco» y ordenó que lo enseñaran a los habitantes de Judá. Así consta en el libro de Jaser:

«¡Ay, Israel! Tus héroes yacen heridos1:19 ¡Ay, … heridos. Lit. La gloria de Israel ha perecido. en las alturas de tus montes.

¡Cómo han caído los valientes!

»No lo anuncien en Gat

ni lo pregonen en las calles de Ascalón

para que no se alegren las filisteas

ni lo celebren esas hijas de incircuncisos.

»¡Ay, montes de Guilboa,

que no caiga sobre ustedes lluvia ni rocío!

¡Que no crezca nada en sus campos!1:21 ¡Que … campos! Texto de difícil traducción.

Porque allí deshonraron el escudo de Saúl:

¡nunca más será ungido con aceite!

»¡Jamás volvía el arco de Jonatán

sin haberse saciado con la sangre de los heridos

ni regresaba la espada de Saúl

sin haberse hartado con la grasa de sus oponentes!

¡Saúl! ¡Jonatán!

Fueron amados y admirados,

y en la vida y en la muerte, inseparables.

Más veloces eran que las águilas

y más fuertes que los leones.

»¡Ay, mujeres de Israel!

Lloren por Saúl,

que las vestía con lujosa seda carmesí

y las adornaba con joyas de oro.

»¡Cómo han caído los valientes en batalla!

Jonatán yace muerto en tus alturas.

¡Cuánto sufro por ti, Jonatán,

pues te quería como a un hermano!

Más preciosa fue para mí tu amistad

que el amor de las mujeres.

»¡Cómo han caído los valientes!

¡Las armas de guerra han perecido!».

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2 Samuel 2:1-7

David es ungido rey de Judá

Pasado algún tiempo, David consultó al Señor:

—¿Debo ir a alguna de las ciudades de Judá?

—Sí, debes ir —respondió el Señor.

—¿Y a qué ciudad quieres que vaya?

—A Hebrón.

Así que David fue allá con sus dos esposas, Ajinoán la jezrelita y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel. Se llevó además a sus hombres, cada cual acompañado de su familia, y todos se establecieron en Hebrón y sus aldeas. Entonces los habitantes de Judá fueron a Hebrón y allí ungieron a David como rey de su tribu. Además, le comunicaron que los habitantes de Jabés de Galaad habían sepultado a Saúl. Entonces David envió a los de Jabés el siguiente mensaje: «Que el Señor los bendiga por haberle sido fieles a su señor Saúl y por darle sepultura. Y ahora, que el Señor muestre a ustedes su amor y fidelidad, aunque yo también quiero recompensarlos por esto que han hecho. Cobren ánimo y sean valientes, pues aunque su señor Saúl ha muerto, la tribu de Judá me ha ungido como su rey».

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