Mateo 4:23-25, Mateo 5:1-20 NVI

Mateo 4:23-25

Jesús sana a muchos enfermos

Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la buena noticia del reino y sanando toda enfermedad y dolor entre la gente. Su fama se extendió por toda Siria. Por eso, le llevaban a todos los que sufrían diversas enfermedades y los que sufrían de dolores graves. También le llevaban a los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y Jesús los sanaba. Lo seguía muchísima gente de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y de la región al otro lado del Jordán.

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Mateo 5:1-20

Los dichosos

Cuando vio a tantísima gente, subió a la ladera de una montaña y se sentó. Sus discípulos se le acercaron y, tomando él la palabra, comenzó a enseñarles diciendo:

«Dichosos los pobres en espíritu,

porque el reino de los cielos les pertenece.

Dichosos los que lloran,

porque serán consolados.

Dichosos los humildes,

porque recibirán la tierra como herencia.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,

porque serán saciados.

Dichosos los compasivos,

porque serán tratados con compasión.

Dichosos los de corazón limpio,

porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz,

porque serán llamados hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,

porque el reino de los cielos les pertenece.

»Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y diga contra ustedes toda clase de mentiras. Alégrense y siéntanse contentos, porque les espera un gran premio en los cielos. Así también persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes.

La sal y la luz

»Ustedes son la sal de la tierra. Pero, si la sal pierde su sabor, ¿cómo lo recobrará? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la bote y la pisotee.

»Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una montaña no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en un lugar alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos.

La obediencia a la Ley

»No piensen que he venido a eliminar las enseñanzas de la Ley o los Profetas; no he venido a eliminarlas, sino a cumplirlas. Les aseguro que, mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la Ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que desobedezca uno solo de estos mandamientos, aunque sea el menos importante, y enseñe a otros a hacer lo mismo será considerado el menos importante en el reino de los cielos. Pero el que los practique y los enseñe será considerado importante en el reino de los cielos. Por tanto, les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su conducta sea mejor que la de los fariseos y de los maestros de la Ley.

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