Marcos 2:18-27, Marcos 3:1-30 NVI

Marcos 2:18-27

Jesús y el ayuno

Al ver que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron:

―¿Cómo es que los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, pero los tuyos, no?

Jesús les contestó:

―¿Acaso pueden ayunar los invitados del novio mientras él está con ellos? No tienen por qué hacerlo mientras lo tienen con ellos. Pero llegará el día en que se les quitará el novio, y ese día sí ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de tela nueva. De hacerlo así, la tela nueva se encogerá y la rotura se hará peor. Tampoco se echa vino nuevo en recipientes de cuero viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar el cuero, y se arruinarán tanto el vino como los recipientes. Más bien, el vino nuevo se echa en recipientes nuevos.

Jesús es Señor del sábado

Un sábado, al cruzar Jesús los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar a su paso unas espigas de trigo.

―Mira —le preguntaron los fariseos—, ¿por qué hacen ellos lo que está prohibido hacer en sábado?

Él les contestó:

―¿Nunca han leído lo que hizo David en aquella ocasión, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre y pasaron necesidad? David entró en la casa de Dios cuando Abiatar era el sumo sacerdote. Tomó de los panes dedicados a Dios y los comió junto con sus compañeros. Y lo hizo aunque solo a los sacerdotes les es permitido comerlos.

»El sábado se hizo para las personas y no las personas para el sábado —añadió—.

Read More of Marcos 2

Marcos 3:1-30

En otra ocasión entró en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Y, como algunos buscaban un motivo para acusar a Jesús, no le quitaban la vista de encima. Querían ver si sanaba al enfermo en sábado. Entonces Jesús le dijo al hombre de la mano paralizada:

―Ponte de pie frente a todos.

Luego dijo a los otros:

―¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar?

Pero ellos permanecieron callados. Jesús se les quedó mirando. Estaba enojado y entristecido por su falta de compasión, y le dijo al hombre:

―Extiende la mano.

Así que la extendió, y la mano le quedó curada. Tan pronto como salieron los fariseos, comenzaron a tramar con los herodianos cómo matar a Jesús.

Mucha gente sigue a Jesús

Jesús se fue al lago con sus discípulos, y mucha gente de Galilea lo siguió. Venían de Judea y de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de las regiones de Tiro y Sidón. Cuando se enteraron de todo lo que hacía, vino mucha gente a verlo. Jesús quería evitar que la gente lo apretujara. Así que encargó a sus discípulos que le tuvieran preparada una pequeña barca. Como había sanado a muchos, todos los que sufrían dolores se abalanzaban sobre él para tocarlo. Además, los espíritus malignos, al verlo, se arrodillaban ante él, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero él les ordenó terminantemente que no dijeran quién era él.

Los doce apóstoles

Subió Jesús a una montaña y llamó a los que quiso, los cuales se reunieron con él. Eligió a doce, a quienes llamó apóstoles. Los eligió para que lo acompañaran, para enviarlos a predicar y para que tuvieran poder para echar fuera demonios. Estos son los doce que él eligió: Simón (a quien llamó Pedro); Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo (a quienes llamó Boanerges, que significa: Hijos del trueno); Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó.

Jesús y Beelzebú

Luego entró en una casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Sus parientes se enteraron de esto. Entonces fueron a hacerse cargo de él, porque decían: «Se ha vuelto loco».

Los maestros de la Ley que habían llegado de Jerusalén decían: «¡Está controlado por Beelzebú! Echa fuera a los demonios por medio del príncipe de los demonios».

Entonces Jesús los llamó y les habló en parábolas: «¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si los habitantes de un reino se pelean entre ellos, ese reino desaparecerá. Y, si los miembros de una familia se pelean entre ellos, esa familia se destruirá. Igualmente, si Satanás se pelea consigo mismo, no puede continuar, pues ha llegado su fin. Ahora bien, nadie puede entrar en la casa de alguien fuerte y robarle sus bienes a menos que primero lo ate. Solo entonces podrá robar su casa. Les aseguro que todos los pecados y las ofensas se les perdonarán a todos por igual, excepto a quien ofenda al Espíritu Santo. Este no tendrá perdón jamás; es culpable de un pecado eterno».

Es que ellos habían dicho: «Tiene un espíritu maligno».

Read More of Marcos 3