Marcos 11:1-27 NVI

Marcos 11:1-27

Jesús entra en Jerusalén

Al acercarse a Jerusalén, llegaron a Betfagué y a Betania, junto al monte de los Olivos. Entonces Jesús envió a dos de sus discípulos con este encargo: «Vayan a la aldea que tienen enfrente. Tan pronto como entren en ella, encontrarán atado un burrito, en el que nunca se ha montado nadie. Desátenlo y tráiganlo acá. Y, si alguien les pregunta: “¿Por qué hacen eso?”, díganle: “El Señor lo necesita y en seguida lo devolverá”».

Fueron, encontraron un burrito afuera en la calle, atado a un portón, y lo desataron. Entonces algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué hacen desatando el burrito?». Ellos contestaron como Jesús les había dicho, y les dejaron desatarlo. Le llevaron, pues, el burrito a Jesús. Luego pusieron encima sus mantos, y él se montó. Muchos tendieron sus mantos sobre el camino; otros usaron ramas que habían cortado en los campos. Tanto los que iban delante como los que iban detrás gritaban:

―¡Hosanna!

―¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

―¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David!

―¡Hosanna en las alturas!

Jesús entró en Jerusalén y fue al Templo. Después de observarlo todo, como ya era tarde, salió para Betania con los doce.

Jesús en el Templo

Al día siguiente, cuando salían de Betania, Jesús tuvo hambre. Viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si hallaba algún fruto. Cuando llegó a ella, solo encontró hojas, porque no era tiempo de higos. «¡Nadie vuelva jamás a comer fruto de ti!», le dijo a la higuera. Y lo oyeron sus discípulos.

Llegaron, pues, a Jerusalén. Jesús entró en el Templo y comenzó a echar de allí a los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas, y no permitía que nadie atravesara el Templo llevando mercancías. También les enseñaba con estas palabras: «¿No dicen las Escrituras:

»“Mi casa será llamada

casa de oración para todos los pueblos”?

Pero ustedes la han convertido en “cueva de ladrones”».

Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley lo oyeron y comenzaron a buscar la manera de matarlo, pues le temían, ya que toda la gente se maravillaba de sus enseñanzas.

Cuando cayó la tarde, salieron de la ciudad.

La higuera seca

Por la mañana, al pasar junto a la higuera, vieron que se había secado de raíz. Pedro, acordándose, le dijo a Jesús:

―¡Maestro, mira, se ha secado la higuera que maldijiste!

―Tengan fe en Dios —respondió Jesús—. Les aseguro que, si alguno le dice a este monte: “¡Quítate de ahí y tírate al mar!”, creyendo, sin tener la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán. Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus ofensas.

La autoridad de Jesús

Llegaron de nuevo a Jerusalén y, mientras Jesús andaba por el Templo, se le acercaron los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y los líderes judíos.

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