Lucas 19:45-48, Lucas 20:1-26 NVI

Lucas 19:45-48

Luego entró en el Templo y comenzó a echar de allí a los que estaban vendiendo. «Escrito está —les dijo—: “Mi casa será casa de oración”; pero ustedes la han convertido en “cueva de ladrones”».

Jesús enseñaba en el Templo todos los días. Los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y los dirigentes del pueblo procuraban matarlo. Sin embargo, no encontraban la manera de hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba con gran interés.

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Lucas 20:1-26

La autoridad de Jesús

Un día, Jesús enseñaba al pueblo en el Templo. Mientras les predicaba la buena noticia, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, junto con los líderes judíos.

―Dinos con qué autoridad haces esto —lo interrogaron—. ¿Quién te dio esa autoridad?

―Yo también voy a hacerles una pregunta a ustedes —respondió él—. Díganme, el bautismo de Juan, ¿era divino o humano?

Ellos, pues, lo discutieron entre sí: «Si respondemos: “divino”, nos dirá: “¿Por qué no le creyeron?”. Pero, si decimos: “humano”, todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era un profeta».

Así que le respondieron:

―No sabemos de dónde era.

Entonces Jesús les dijo:

―Pues yo tampoco les voy a decir con qué autoridad hago esto.

La parábola de los labradores malvados

Pasó luego a contarle a la gente esta parábola:

―Un hombre plantó un viñedo, se lo alquiló a unos labradores y se fue de viaje por largo tiempo. Llegada la cosecha, mandó un siervo a los labradores para que le dieran parte de la cosecha. Pero los labradores lo golpearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro siervo. Pero también a este lo golpearon, lo humillaron y lo despidieron con las manos vacías. Entonces envió un tercero, pero aun a este lo hirieron y lo echaron fuera.

»Entonces pensó el dueño del viñedo: “¿Qué voy a hacer? Enviaré a mi hijo amado; seguro que a él sí lo respetarán”. Pero, cuando lo vieron los labradores, se dijeron el uno al otro: “Este es el heredero. Matémoslo, para que la herencia sea nuestra”. Así que lo arrojaron fuera del viñedo y lo mataron.

»¿Qué les hará el dueño? Volverá, acabará con esos labradores y dará el viñedo a otros».

Al oír esto, la gente dijo:

―¡Dios no lo quiera!

Mirándolos fijamente, Jesús les dijo:

―Entonces, ¿qué significa esto que dicen las Escrituras:

»“La piedra que desecharon los constructores

ha llegado a ser la piedra principal”?

Todo el que caiga sobre esa piedra quedará despedazado y, si ella cae sobre alguien, lo hará polvo».

Los maestros de la Ley y los jefes de los sacerdotes se dieron cuenta de que la parábola iba dirigida contra ellos. Así que buscaron la manera de arrestarlo en aquel mismo momento, pero temían al pueblo.

El pago de impuestos

Entonces, para vigilarlo, enviaron espías que fingían ser gente justa. Pensaban atrapar a Jesús diciendo algo malo y así poder entregarlo a la autoridad del gobernador.

―Maestro —dijeron los espías—, sabemos que lo que dices y enseñas es correcto. No juzgas por las apariencias, sino que de verdad enseñas cómo obedecer a Dios. ¿Nos está permitido pagar impuestos al césar o no?

Pero Jesús, dándose cuenta de sus malas intenciones, respondió:

―Muéstrenme una moneda romana. ¿De quién son esta imagen y esta inscripción?

―Del césar —contestaron.

―Entonces, denle al césar lo que es del césar y a Dios, lo que es de Dios.

No pudieron atraparlo en lo que decía en público. Así que, admirados de su respuesta, se callaron.

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