Lucas 11:33-54 NVI

Lucas 11:33-54

La lámpara del cuerpo

»Nadie enciende una lámpara para luego ponerla en un lugar escondido o cubrirla con un cajón. Por el contrario, la pone en un lugar alto, para que los que entren tengan luz. El ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz. Pero, si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Asegúrate de que la luz que crees tener no sea oscuridad. Por tanto, si todo tu ser disfruta de la luz, sin que ninguna parte quede en la oscuridad, estarás completamente iluminado. Será como si una lámpara te alumbra con su luz».

Jesús denuncia a los fariseos y a los expertos en la Ley

Jesús terminó de hablar. Entonces un fariseo lo invitó a comer con él. Así que entró en la casa y se sentó a la mesa. Pero el fariseo se sorprendió al ver que Jesús no se había lavado las manos antes de comer.

―Resulta que ustedes los fariseos —les dijo el Señor— limpian el vaso y el plato por fuera. Sin embargo, por dentro están ustedes llenos de robo y de maldad. ¡Necios! ¿Acaso el que hizo lo de afuera no hizo también lo de adentro? Den más bien a los pobres de lo que está dentro, y así todo quedará limpio para ustedes.

»¡Ay de ustedes, fariseos!, que dan la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de verduras. Sin embargo, descuidan la justicia y el amor de Dios. Debían haber practicado esto sin dejar de hacer aquello.

»¡Ay de ustedes, fariseos!, que se mueren por los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas.

»¡Ay de ustedes!, que son como tumbas escondidas, sobre las que anda la gente sin darse cuenta».

Uno de los expertos en la Ley le respondió:

―Maestro, al hablar así nos insultas también a nosotros.

Contestó Jesús:

―¡Ay de ustedes también, expertos en la Ley! Ponen sobre los demás pesadas cargas que apenas se pueden soportar, pero ustedes mismos no levantan ni un dedo para ayudarlos.

»¡Ay de ustedes!, que construyen monumentos para los profetas, a quienes los antepasados de ustedes mataron. En realidad aprueban lo que hicieron sus antepasados. Ellos mataron a los profetas, y ustedes les construyen las tumbas. Por eso Dios, que es sabio, dijo: “Les enviaré profetas y apóstoles, de los cuales matarán a unos y perseguirán a otros”. Por lo tanto, a la gente de este tiempo se le pedirán cuentas de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo. Sí, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que murió entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que de todo esto se le pedirán cuentas a esta gente.

»¡Ay de ustedes, expertos en la Ley!, porque se han adueñado de la llave del conocimiento. Ustedes mismos no han entrado y, a los que intentan hacerlo, les han cerrado el paso».

Jesús salió de allí. Entonces los maestros de la Ley y los fariseos, resentidos, se pusieron a molestarlo con muchas preguntas. Estaban tendiéndole trampas para ver si fallaba en algo.

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