Isaías 33:1-24, Isaías 34:1-17, Isaías 35:1-10 NVI

Isaías 33:1-24

Angustia y auxilio

¡Ay de ti, destructor, que no has sido destruido!

¡Ay de ti, traidor, que no has sido traicionado!

Cuando dejes de destruir,

te destruirán;

cuando dejes de traicionar,

te traicionarán.

Señor, ¡ten compasión de nosotros;

pues en ti esperamos!

Sé nuestra fortaleza33:2 nuestra fortaleza (Siríaca, Targum y Vulgata); la fortaleza de ellos (TM). cada mañana,

nuestra salvación en tiempo de angustia.

Al estruendo de tu voz, huyen los pueblos;

cuando te levantas, se dispersan las naciones.

Su botín se recoge como si fuera devorado por orugas;

sobre él se lanza el enemigo como una bandada de langostas.

Exaltado es el Señor porque mora en las alturas,

y llena a Sión de justicia y rectitud.

Él será la seguridad de tus tiempos,

te dará en abundancia salvación, sabiduría y conocimiento;

el temor del Señor será tu tesoro.

¡Miren cómo gritan sus valientes en las calles!

¡Amargamente lloran los mensajeros de paz!

Los caminos están desolados,

nadie transita por los senderos.

El convenio se ha quebrantado,

se desprecia a los testigos,33:8 los testigos (Qumrán); las ciudades (TM).

¡a nadie se respeta!

La tierra está de luto y languidece;

el Líbano se avergüenza y se marchita;

Sarón es como un desierto;

Basán y el Carmelo pierden su follaje.

«Ahora me levantaré», dice el Señor.

«Ahora seré exaltado,

ahora seré ensalzado.

Ustedes conciben cizaña

y dan a luz paja;

¡pero mi soplo será un fuego que los consumirá!

Los pueblos serán calcinados,

como espinos cortados arderán en el fuego».

Ustedes que están lejos, oigan lo que he hecho;

y ustedes que están cerca, reconozcan mi poder.

Los pecadores están aterrados en Sión;

el temblor atrapa a los impíos:

«¿Quién de nosotros puede habitar en el fuego consumidor?

¿Quién de nosotros puede habitar en la hoguera eterna?».

Solo el que camina con justicia

y habla con rectitud,

el que rechaza la ganancia de la extorsión

y se sacude las manos para no aceptar soborno,

el que no presta oído a las conjuras de asesinato

y cierra los ojos para no contemplar el mal.

Ese morará en las alturas;

tendrá como refugio una fortaleza de rocas,

se le proveerá de pan

y no le faltará el agua.

Tus ojos verán al rey en su esplendor

y contemplarán una tierra que se extiende hasta muy lejos.

Dentro de ti meditarás acerca del terror y dirás:

«¿Dónde está el que lleva la cuenta?

¿Dónde el recaudador de impuestos?

¿Dónde el que lleva el registro de las torres?».

No verás más a ese pueblo insolente,

a ese pueblo de idioma confuso,

de lengua extraña e incomprensible.

Mira a Sión, la ciudad de nuestras fiestas;

tus ojos verán a Jerusalén,

morada apacible, campamento bien plantado;

sus estacas jamás se arrancarán

ni se romperá ninguna de sus sogas.

Allí el Señor nos mostrará su poder.

Será como un lugar de anchos ríos y canales.

Ningún barco de remos surcará sus aguas

ni barcos poderosos navegarán por ellas.

Porque el Señor es nuestro juez;

el Señor es nuestro legislador;

el Señor es nuestro rey:

¡Él nos salvará!

Tus cuerdas se han aflojado:

No sostienen el mástil con firmeza

ni se despliegan las velas.

Abundante botín habrá de repartirse

y aun los cojos se dedicarán al saqueo.

Ningún habitante dirá: «Estoy enfermo»;

y se perdonará la iniquidad del pueblo que allí habita.

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Isaías 34:1-17

Juicio contra las naciones

Naciones, ¡acérquense a escuchar!

Pueblos, ¡presten atención!

¡Que lo oiga la tierra y todo lo que hay en ella;

el mundo y todo lo que él produce!

El Señor está enojado con todas las naciones,

airado con todos sus ejércitos.

Él los ha destruido por completo,

los ha entregado a la matanza.

Serán arrojados sus muertos,

hedor despedirán sus cadáveres,

su sangre corre por las montañas.

Se desintegrará todo el ejército del cielo

y se enrollará el cielo como un pergamino.

Todo su ejército perderá su esplendor,

como lo pierde la hoja marchita de la vid

o los higos secos de la higuera.

Mi espada se ha embriagado en el cielo;

miren cómo desciende en juicio sobre Edom,

pueblo que he condenado a la destrucción total.

La espada del Señor está bañada en sangre,

en la sangre de corderos y machos cabríos;

cubierta está de grasa,

de la grasa de los riñones de carneros.

Porque el Señor celebra un sacrificio en Bosra

y una gran matanza en tierra de Edom.

Y con ellos caerán los toros salvajes,

los terneros y los novillos.

Su tierra quedará empapada en sangre

y su polvo se llenará de grasa.

Porque el Señor celebra un día de venganza,

un año de retribución para defender la causa de Sión.

Los arroyos de Edom se volverán ríos de brea,

su polvo se convertirá en azufre

y en ardiente brea se volverá su tierra.

Ni de día ni de noche se extinguirá

y su humo subirá por siempre.

Quedará desolada por todas las generaciones;

nunca más transitará nadie por ella.

Se adueñarán de ella el búho del desierto y la lechuza;

anidarán allí la lechuza y el cuervo.

Dios extenderá sobre Edom

el cordel del caos

y la plomada de la destrucción.

Sus nobles no tendrán allí

nada que pueda llamarse reino;

todos sus príncipes desaparecerán.

Los espinos invadirán sus palacios;

las ortigas y las zarzas, sus fortalezas.

Se volverá guarida de chacales

y nido de avestruces.

Las fieras del desierto se juntarán con las hienas

y las cabras monteses se llamarán unas a otras;

allí también reposarán las aves nocturnas

y encontrarán un lugar de descanso.

Allí el búho anidará y pondrá sus huevos;

bajo sus alas incubará y cuidará a sus crías.

También allí se reunirán los halcones,

cada cual con su pareja.

Consulten el libro del Señor y lean:

Ninguno de estos animales faltará;

cada cual tendrá su pareja.

El Señor mismo ha dado la orden

y su Espíritu los ha de reunir.

Él les ha asignado sus lugares;

su mano les señaló su territorio.

Ellos los poseerán para siempre

y morarán allí por todas las generaciones.

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Isaías 35:1-10

La alegría de los redimidos

Se alegrarán el desierto y el sequedal;

se regocijará la estepa

y florecerá como la rosa.

Florecerá y se regocijará:

¡gritará de alegría!

Se le dará la gloria del Líbano

y el esplendor del Carmelo y de Sarón.

Ellos verán la gloria del Señor,

la majestad de nuestro Dios.

Fortalezcan las manos débiles,

afirmen las rodillas temblorosas;

digan a los de corazón temeroso:

«Sean fuertes, no tengan miedo.

Su Dios vendrá,

vendrá con venganza;

con retribución divina

vendrá a salvarlos».

Se abrirán entonces los ojos de los ciegos

y se destaparán los oídos de los sordos;

saltará el cojo como un ciervo,

y gritará de alegría la lengua del mudo.

Porque brotarán aguas en el desierto

y torrentes en el sequedal.

La arena ardiente se convertirá en estanque,

la tierra sedienta en manantiales burbujeantes.

Las guaridas donde se tendían los chacales

serán morada de juncos y papiros.

Habrá allí una calzada

que será llamada Camino de Santidad.

No viajarán por ella los impuros

ni transitarán por ella los necios;

será solo para los que siguen en ese camino.

No habrá allí ningún león,

ni bestia feroz que por él pase;

¡allí no se les encontrará!

¡Por allí pasarán solamente los redimidos!

Volverán los rescatados del Señor

y entrarán en Sión con cantos de júbilo;

su corona será el gozo eterno.

Se llenarán de regocijo y alegría,

y se apartarán de ellos el dolor y los quejidos.

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