Deuteronomio 33:1-29, Deuteronomio 34:1-12 NVI

Deuteronomio 33:1-29

Moisés bendice a las tribus

Antes de su muerte, Moisés, hombre de Dios, bendijo a los israelitas. Les dijo:

«Vino el Señor desde el Sinaí,

vino sobre su pueblo, como aurora, desde Seír;

resplandeció desde el monte Parán.

Llegó con millares de santos

desde el sur, desde las laderas de sus montañas.

Él es quien ama a su pueblo;

todos los santos están en su mano.

A sus pies ellos se postran

y de él reciben instrucción.

Es la ley que nos dio Moisés,

la herencia de la asamblea de Jacob.

Él era rey sobre Jesurún33:5 En hebreo, Jesurún significa el justo, es decir, Israel; también en v. 26.

cuando los líderes del pueblo se reunieron,

junto con las tribus de Israel.

»Que Rubén viva y que no muera;

¡sean innumerables sus hombres!».

Y esto dijo acerca de Judá:

«Oye, Señor, el clamor de Judá;

hazlo volver a su pueblo.

Judá defiende su causa con sus propias fuerzas.

¡Ayúdalo contra sus enemigos!».

Acerca de Leví dijo:

«El urim y el tumim pertenecen

a tu fiel servidor.

Lo pusiste a prueba en Masá;

en las aguas de Meribá contendiste con él.

Dijo de su padre y de su madre:

“No los tomo en cuenta”.

No reconoció a sus hermanos

y hasta desconoció a sus hijos,

pero tuvo en cuenta tu palabra

y obedeció tu pacto.

Enseñó tus ordenanzas a Jacob

y tu ley a Israel.

Presentó ante ti, sobre tu altar,

el incienso y las ofrendas del todo quemadas.

Bendice, Señor, sus logros

y acepta la obra de sus manos.

Destruye el poder de sus adversarios;

¡que nunca más se levanten sus enemigos!».

Acerca de Benjamín dijo:

«Que el amado del Señor repose seguro en él,

porque lo protege todo el día

y descansa tranquilo entre sus hombros».

Acerca de José dijo:

«El Señor bendiga su tierra

con el rocío precioso del cielo

y con las aguas que brotan de la tierra;

con los mejores frutos del sol

y los mejores productos de la luna;

con lo más selecto de las antiguas montañas

y la fertilidad de las colinas eternas;

con lo mejor de lo que llena la tierra

y el favor del que mora en la zarza ardiente.

Repose todo esto sobre la cabeza de José,

sobre la frente del elegido entre sus hermanos.

José es majestuoso como primogénito de toro;

¡poderoso como un toro salvaje!

Con sus cuernos atacará a las naciones,

hasta arrinconarlas en los confines del mundo.

¡Tales son las decenas de millares de Efraín,

los millares de Manasés!».

Acerca de Zabulón dijo:

«Tú, Zabulón, eres feliz emprendiendo viajes,

y tú, Isacar, quedándote en tu campamento.

Invitarán a los pueblos a subir a la montaña,

para ofrecer allí sacrificios de justicia.

Disfrutarán de la abundancia del mar

y de los tesoros escondidos en la arena».

Acerca de Gad dijo:

«¡Bendito el que ensanche los dominios de Gad!

Ahí habita Gad como león,

desgarrando brazos y cabezas.

Escogió la mejor tierra para sí;

se guardó la porción del líder.

Cuando los jefes del pueblo se reunieron,

cumplió la justa voluntad del Señor,

las leyes que había dado a Israel».

Acerca de Dan dijo:

«Dan es un cachorro de león,

que salta desde Basán».

Acerca de Neftalí dijo:

«Neftalí rebosa del favor del Señor

y está lleno de sus bendiciones;

sus dominios se extienden desde el lago hasta el sur».

Acerca de Aser dijo:

«Aser es el más bendito de los hijos;

que sea el favorito de sus hermanos

y se empape en aceite los pies.

Tus cerrojos serán de hierro y bronce;

¡que dure tu fuerza tanto como tus días!

»No hay nadie como el Dios de Jesurún,

que para ayudarte cabalga en los cielos,

entre las nubes, con toda su majestad.

El Dios eterno es tu refugio;

por siempre te sostiene entre sus brazos.

Expulsará de tu presencia a tus enemigos

y te ordenará que los destruyas.

¡Vive seguro, Israel!

¡Habita sin enemigos, fuente de Jacob!

Tu tierra está llena de trigo y de vino nuevo;

tus cielos destilan rocío.

¡Dichoso eres Israel!

¿Quién como tú,

pueblo rescatado por el Señor?

Él es tu escudo y tu ayuda;

él es tu espada victoriosa.

Tus enemigos se doblegarán ante ti;

sus espaldas te servirán de tapete».33:29 sus … tapete. Alt. hollarás sus altares paganos.

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Deuteronomio 34:1-12

Muerte de Moisés

Moisés ascendió de las llanuras de Moab al monte Nebo, a la cima del monte Pisgá, frente a Jericó. Allí el Señor le mostró todo el territorio que se extiende desde Galaad hasta Dan, todo el territorio de Neftalí y de Efraín, Manasés y Judá, hasta el mar Mediterráneo. Le mostró también la región del Néguev y la del valle de Jericó, la Ciudad de Palmeras, hasta Zoar. Luego el Señor dijo: «Este es el territorio que juré a Abraham, Isaac y Jacob que daría a sus descendientes. Te he permitido verlo con tus propios ojos, pero no podrás entrar en él».

Allí en Moab murió Moisés, siervo del Señor, tal como el Señor se lo había dicho. Y lo sepultó en Moab, en el valle que está frente a Bet Peor, pero hasta la fecha nadie sabe dónde está su sepultura. Moisés tenía ciento veinte años cuando murió. Con todo, no se había debilitado su vista ni había perdido su vigor. Durante treinta días los israelitas lloraron a Moisés en las llanuras de Moab, guardando así el tiempo de llanto y luto por su muerte.

Entonces Josué, hijo de Nun, fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés puso sus manos sobre él. Los israelitas, por su parte, obedecieron a Josué e hicieron lo que el Señor había ordenado a Moisés.

Desde entonces no volvió a surgir en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor hablara cara a cara. Solo Moisés hizo todas aquellas señales y prodigios que el Señor le mandó realizar en Egipto ante el faraón, sus funcionarios y todo su país. Nadie ha demostrado jamás tener un poder tan extraordinario ni ha sido capaz de realizar las proezas que hizo Moisés ante todo Israel.

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