Hechos 13:13-41 NVI

Hechos 13:13-41

En Antioquía de Pisidia

Pablo y sus compañeros salieron de Pafos en barco y llegaron a Perge de Panfilia. Allí Juan se separó de ellos y regresó a Jerusalén. Ellos, por su parte, siguieron su viaje desde Perge hasta Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. Al terminar la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga mandaron a decirles: «Amigos, si tienen algún mensaje de aliento para el pueblo, hablen».

Pablo se puso en pie, hizo una señal con la mano y dijo: «Escúchenme, israelitas, y ustedes, los no judíos que creen en Dios. El Dios del pueblo de Israel eligió a nuestros antepasados. Mientras vivían como extranjeros en Egipto, Dios hizo de ellos un pueblo numeroso. Luego, con gran poder los sacó de aquella tierra. Y, por cuarenta años, soportó su mal comportamiento en el desierto. Luego de destruir siete naciones en Canaán, le entregó a su pueblo esos territorios. Todo esto duró unos cuatrocientos cincuenta años.

»Después de esto, Dios les asignó jueces hasta los días del profeta Samuel. Entonces pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín. Él gobernó por cuarenta años. Luego, Dios le quitó el trono a Saúl y puso por rey a David, de quien dijo lo siguiente: “He encontrado en David, hijo de Isaí, un hombre que me agrada. Él hará todo lo que yo quiero”.

»Dios prometió que de los descendientes de David le daría a Israel un Salvador, que es Jesús. Antes de la venida de Jesús, Juan predicó un bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Cuando estaba completando su carrera, Juan decía: “¿Quién suponen ustedes que soy? No soy aquel. Miren, después de mí viene uno a quien no soy digno ni siquiera de desatarle las sandalias”.

»Amigos israelitas, descendientes de Abraham, pongan atención. Y ustedes también, los no judíos que respetan a Dios, escuchen: a nosotros se nos ha enviado este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes no reconocieron a Jesús. Por tanto, al condenarlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los sábados. Aunque no encontraron ninguna causa digna de muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara a ejecutar. Después de llevar a cabo todas las cosas que estaban escritas acerca de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo levantó de entre los muertos. Durante muchos días lo vieron los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén. Y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo.

»Nosotros les anunciamos a ustedes la buena noticia respecto a la promesa que Dios hizo a nuestros antepasados. Y él ha cumplido esa promesa con nosotros, que somos sus descendientes. La cumplió al resucitar a Jesús. Como está escrito en el segundo salmo:

»“Tú eres mi Hijo;

hoy mismo me he convertido en tu Padre”.

Dios lo resucitó para que su cuerpo no se descompusiera en la tumba. Así se cumplieron estas palabras:

»“Yo cumpliré sin falta las santas bendiciones que prometí a David”.

Por eso dice en otro pasaje:

»“No permitirás que el cuerpo de tu elegido se descomponga”.

»Lo cierto es que David murió después de servir a su propia gente. Así lo había planeado Dios. Y fue enterrado con sus antepasados, y su cuerpo sufrió la descomposición. Pero aquel a quien Dios resucitó no sufrió la descomposición de su cuerpo.

»Por tanto, amigos israelitas, sepan que por medio de Jesús se les anuncia a ustedes el perdón de los pecados. Ustedes no pudieron ser perdonados de esos pecados por la Ley de Moisés, pero todo el que cree recibe el perdón por medio de Jesús. Tengan cuidado, no sea que les suceda lo que han dicho los profetas:

»“¡Miren, burlones!

¡Asómbrense y desaparezcan!

Estoy por hacer en estos días una obra

que ustedes nunca creerán,

aunque alguien se la explique”».

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