1 Corintios 12:27-31, 1 Corintios 13:1-13 NVI

1 Corintios 12:27-31

Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es parte de ese cuerpo. En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros. Luego ha puesto los que hacen milagros; después los que tienen dones para sanar enfermos, los que ayudan a otros, los que administran y los que hablan en diferentes lenguas. No todos son apóstoles ni profetas. No todos son maestros o hacen milagros. No todos tienen el don para sanar enfermos ni hablan en lenguas. No todos pueden interpretar lo que otro dice en lenguas. Ustedes, por su parte, debieran desear tener los mejores dones.

Lo más importante es el amor

Ahora les voy a mostrar una mejor manera de vivir.

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1 Corintios 13:1-13

Si hablara diferentes idiomas y aun el idioma de los ángeles, pero no tengo amor, soy como un metal o un platillo que hace ruido. Si tuviera el don de comunicar mensajes de parte de Dios y entendiera todos los planes secretos de Dios y tuviera todo conocimiento, y si tuviera una fe que logra mover montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si repartiera entre los pobres todo lo que tengo, y si entregara mi cuerpo para ser torturado y tener de qué sentirme orgulloso, pero no tengo amor, nada gano con eso.

El que ama es paciente, es bondadoso. El que ama no es envidioso ni orgulloso ni se cree más que nadie. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El que ama no se deleita en la maldad, sino que se alegra con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El amor jamás se acabará. En cambio, el don de comunicar mensajes de Dios se terminará. El don de hablar en lenguas desconocidas y el de conocer los misterios de Dios desaparecerán. Porque los conocimientos que tenemos y los mensajes que compartimos son cosas imperfectas. Pero, cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño y razonaba como niño. Pero, cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera imperfecta, como en un espejo borroso. Pero un día veremos todo con perfecta claridad. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como Dios me conoce.

Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la mejor de ellas es el amor.

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