Juan 20:10-31 CST

Juan 20:10-31

Jesús se aparece a María Magdalena

Los discípulos regresaron a su casa, pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.

―¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles.

―Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto —les respondió.

Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era él. Jesús le dijo:

―¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas?

Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo:

―Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo iré por él.

―María —le dijo Jesús.

Ella se volvió y exclamó:

―¡Raboni! (que en arameo significa: maestro).

―Suéltame,20:17 Suéltame. Lit. No me toques. porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios”.

María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos. «¡He visto al Señor!», exclamaba, y les contaba lo que él le había dicho.

Jesús se aparece a sus discípulos

Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.

―¡La paz sea con vosotros!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron.

―¡La paz sea con vosotros! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo os envío a vosotros.

Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo:

―Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonéis, no les serán perdonados.

Jesús se aparece a Tomás

Tomás, al que apodaban el Gemelo,20:24 apodaban el Gemelo. Lit. llamaban Dídimos. y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron:

―¡Hemos visto al Señor!

―Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás.

Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.

―¡La paz sea con vosotros!

Luego dijo a Tomás:

―Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.

―¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás.

―Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.

Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengáis vida.

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