Durante el período comprendido entre la finalización del Antiguo Testamento y los primeros escritos incluidos en el Nuevo Testamento (es decir, el período comprendido entre 450 aC y 50 dC), muchos ensayos, salmos y relatos históricos circularon por las sinagogas y las primeras iglesias. Algunos de estos documentos poco a poco fueron considerados por algunos de los creyentes como realmente inspirados y merecedores de un lugar en el canon.
Por lo general, la fecha del primer listado definitivo de los libros aceptados de la Biblia fue ocurriendo alrededor del año 367 DC. Sin embargo, un segundo conjunto de libretos se habían reunido a través de los años, y éstos se les dio el nombre “Apócrifos” (que significa “oculto”). Aunque todos son desde el tiempo anterior al nacimiento de Cristo, nunca fueron incluidos en la Biblia hebrea. Sin embargo, muchos cristianos los consideraban valiosos para la lectura y la edificación, y en algunas ediciones de la Biblia estaban intercalados entre los libros del Antiguo Testamento.
Entonces Martín Lutero, en su traducción bíblica de 1534, extrajo los libros apócrifos de sus lugares habituales en el Antiguo Testamento, y los hizo imprimir al final del Antiguo Testamento. Afirmó que “no son iguales a las Sagradas Escrituras y, sin embargo, son útiles y buenos para la lectura”. Después de eso, muchas Biblias protestantes las omitieron completamente. Sin embargo, en 1546 el Concilio Católico Romano de Trento enumeró específicamente los libros apócrifos aprobados por la Iglesia Católica Romana como inspirados y siempre se incluyen en las Biblias Católicas Romanas y suelen ser intercalados entre los libros del Antiguo Testamento.
Los Apócrifos generalmente consta de 14 libretos de los cuales 1 y 2 Macabeos y 1 Esdras son los documentos principales y forman la mayor parte de los escritos apócrifos. Primer Macabeos es un relato histórico de la lucha de la familia Macabeos y sus seguidores por la independencia judía de 167 a 134 AC. El Segundo Macabeo cubre el mismo terreno, pero dramatiza los relatos y hace observaciones morales y doctrinales. Otros libros son Tobit, Judit, Baruc, Eclesiástico, y La Sabiduría de Salomón.
Puesto que ni Jesús ni los apóstoles hacen ninguna referencia a los libros apócrifos, la mayoría de los cristianos han considerado su autoridad como secundaria a la de los 39 libros del Antiguo Testamento. Sin embargo, dentro de estos libros apócrifos hay pasajes de gran piedad e información histórica. Por lo tanto, debemos acercarnos a los Apócrifos con una mente y un corazón discernidores y discriminar cuidadosamente entre lo que está en armonía con lo esencial de la fe cristiana y lo que se desvía de lo que se enseña en los 66 libros del canon. Tenemos la promesa del Señor de que nos guiará a la verdad, y vivimos por esa promesa en todo lo que leemos.