Marcos 4:30-41, Marcos 5:1-20 NVI

Marcos 4:30-41

Parábola del grano de mostaza

4:30-32Mt 13:31-32; Lc 13:18-19

También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo? Es como una semilla de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra».

Y con muchas parábolas semejantes les enseñaba Jesús la palabra hasta donde podían entender. No decía nada sin emplear parábolas. Pero cuando estaba a solas con sus discípulos, les explicaba todo.

Jesús calma la tormenta

4:35-41Mt 8:18,23-27; Lc 8:22-25

Ese día al anochecer dijo a sus discípulos:

—Crucemos al otro lado.

Dejaron a la multitud y se lo llevaron en la barca donde estaba. También lo acompañaban otras barcas. Se desató entonces una fuerte tormenta y las olas azotaban tanto la barca que ya comenzaba a inundarse. Mientras tanto, Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron.

—¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?

Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar:

—¡Silencio! ¡Cálmate!

El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.

—¿Por qué tienen tanto miedo? —dijo a sus discípulos—. ¿Todavía4:40 Todavía. Var. Cómo es que. no tienen fe?

Ellos estaban espantados y se decían unos a otros:

—¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?

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Marcos 5:1-20

Liberación de un endemoniado

5:1-17Mt 8:28-34; Lc 8:26-37

5:18-20Lc 8:38-39

Cruzaron el lago hasta llegar a la región de los gerasenos.5:1 gerasenos. Var. gadarenos; otra var. gergesenos. Tan pronto como desembarcó Jesús, un hombre poseído por un espíritu maligno salió a su encuentro de entre los sepulcros. Este hombre vivía en los sepulcros y ya nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con cadenas y grilletes, pero él los destrozaba y nadie tenía fuerza para dominarlo. Noche y día andaba por los sepulcros y por las colinas, gritando y golpeándose con piedras.

Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y se postró delante de él.

—¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? —gritó con fuerza—. ¡Te ruego por Dios que no me atormentes!

Es que Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu maligno!».

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Jesús.

—Me llamo Legión —respondió—, porque somos muchos.

Y con insistencia suplicaba a Jesús que no los expulsara de aquella región.

En una colina estaba alimentándose una manada de muchos cerdos. Entonces los demonios rogaron a Jesús:

—Mándanos a los cerdos; déjanos entrar en ellos.

Así que él les dio permiso. Cuando los espíritus malignos salieron del hombre, entraron en los cerdos, que eran unos dos mil; entonces la manada se precipitó al lago por el despeñadero y allí se ahogó.

Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y avisaron en el pueblo y por los campos, y la gente fue a ver lo que había pasado. Llegaron adonde estaba Jesús y, cuando vieron al que había estado poseído por la legión de demonios, sentado, vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo. Los que habían presenciado estas cosas contaron a la gente lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces la gente comenzó a suplicarle a Jesús que se fuera de la región.

Mientras subía Jesús a la barca, el que había estado endemoniado rogaba que le permitiera acompañarlo. Jesús no lo permitió, sino que le dijo:

—Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo te ha tenido compasión.

Así que el hombre se fue y comenzó a proclamar en Decápolis lo mucho que Jesús había hecho por él. Y toda la gente se quedó asombrada.

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