1 Reyes 12:25-33, 1 Reyes 13:1-34, 1 Reyes 14:1-20 NVI

1 Reyes 12:25-33

Los becerros de oro en Betel y Dan

Jeroboán fortificó la ciudad de Siquén en la región montañosa de Efraín y se estableció allí. Luego se fue de Siquén y fortificó Peniel. Pero reflexionó: «¿Y qué tal si ahora el reino vuelve a la familia de David? Si la gente sigue subiendo a Jerusalén para ofrecer sacrificios en el Templo del Señor, acabará por reconciliarse con su señor Roboán, rey de Judá. Entonces a mí me matarán y volverán a unirse a él».

Después de buscar consejo, el rey hizo dos becerros de oro y dijo al pueblo: «¡Israelitas, no es necesario que sigan subiendo a Jerusalén! Aquí están sus dioses, que los sacaron de Egipto». Así que colocó uno de los becerros en Betel y el otro en Dan. Y esto incitó al pueblo a pecar; muchos incluso iban hasta Dan para adorar al becerro que estaba allí.

Jeroboán construyó altares paganos y puso como sacerdotes a gente del pueblo, incluso a quienes no eran levitas. Decretó celebrar una fiesta el día quince del mes octavo, semejante a la que se celebraba en Judá. En el altar de Betel ofreció sacrificios a los becerros que había hecho y estableció también sacerdotes para los altares paganos que había construido. Así pues, el día quince del mes octavo Jeroboán subió al altar que había construido en Betel y quemó incienso.12:33 incienso. Alt. sacrificios. Ese fue el día que arbitrariamente decretó como día de fiesta para los israelitas.

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1 Reyes 13:1-34

El hombre de Dios que llegó de Judá

Sucedió que un hombre de Dios fue desde Judá hasta Betel en obediencia a la palabra del Señor. Cuando Jeroboán, de pie junto al altar, se disponía a quemar un sacrificio,13:1 sacrificio. Alt. incienso; también en v. 2. el hombre de Dios, en obediencia a la palabra del Señor, gritó: «¡Altar, altar! Así dice el Señor: “En la familia de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a estos sacerdotes de altares paganos que aquí queman sacrificios. ¡Sobre ti se quemarán huesos humanos!”».

Aquel mismo día el hombre de Dios ofreció una señal: «Esta es la señal que el Señor da: ¡El altar será derribado y las cenizas se esparcirán!».

Al oír la sentencia que el hombre de Dios pronunciaba contra el altar de Betel, el rey extendió el brazo desde el altar y dijo: «¡Agárrenlo!». Pero el brazo que había extendido contra el hombre se le paralizó, de modo que no podía contraerlo. En ese momento, el altar se vino abajo y las cenizas se esparcieron, según la señal que, en obediencia a la palabra del Señor, había dado el hombre de Dios. Entonces el rey dijo al hombre de Dios:

—¡Apacigua al Señor tu Dios! ¡Ora por mí, para que se me cure el brazo!

El hombre de Dios suplicó al Señor y al rey se le curó el brazo, quedándole como antes. Luego el rey dijo al hombre de Dios:

—Ven a casa conmigo y come algo; además, quiero hacerte un regalo.

Pero el hombre de Dios respondió al rey:

—Aunque usted me diera la mitad de sus posesiones, no iría a su casa. Aquí no comeré pan ni beberé agua, porque así me lo ordenó el Señor. Me dijo: “No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el mismo camino”.

De modo que tomó un camino diferente al que había tomado para ir a Betel.

En ese tiempo vivía en Betel cierto profeta anciano. Sus hijos fueron a contarle13:11 Sus hijos fueron a contarle. Lit. Su hijo fue a contarle. todo lo que el hombre de Dios había hecho allí aquel día y lo que le había dicho al rey. Su padre preguntó:

—¿Por dónde se fue?

Sus hijos le indicaron el camino que había tomado el hombre de Dios quien había llegado de Judá y el padre ordenó:

—Aparéjenme un asno para que lo monte.

Cuando el asno estuvo listo, el profeta anciano lo montó y se fue tras el hombre de Dios. Lo encontró sentado debajo de una encina y le preguntó:

—¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá?

—Sí, lo soy —respondió.

Entonces el profeta dijo:

—Ven a comer a mi casa.

—No puedo volver contigo ni acompañarte —respondió el hombre de Dios—; tampoco puedo comer pan ni beber agua contigo en este lugar, pues el Señor me ha dado esta orden: “No comas pan ni bebas agua allí, ni regreses por el mismo camino”.

El anciano respondió:

—También yo soy profeta, como tú. Y un ángel, obedeciendo la palabra del Señor, me dijo: “Llévalo a tu casa para que coma pan y beba agua”.

Así lo engañó y el hombre de Dios volvió con él, y comió y bebió en su casa.

Mientras estaban sentados a la mesa, la palabra del Señor vino al profeta que lo había hecho volver. Entonces el profeta anunció al hombre de Dios que había llegado de Judá:

—Así dice el Señor: “Has desafiado la palabra del Señor y no has cumplido la orden que el Señor tu Dios te dio. Has vuelto para comer pan y beber agua en el lugar donde él te dijo que no lo hicieras. Por lo tanto, no será sepultado tu cuerpo en la tumba de tus antepasados”.

Cuando el hombre de Dios terminó de comer y beber, el profeta que lo había hecho volver le aparejó un asno y el hombre de Dios se puso en camino. Pero un león le salió al paso y lo mató, dejándolo tendido en el camino. Sin embargo, el león y el asno se quedaron junto al cuerpo. Al ver el cuerpo tendido y al león cuidando el cuerpo, los que pasaban por el camino llevaron la noticia a la ciudad donde vivía el profeta anciano.

Cuando el profeta que lo había hecho volver de su viaje se enteró de eso, dijo: «Ahí tienen al hombre de Dios que desafió la palabra del Señor. Por eso el Señor lo entregó al león, que lo ha matado y despedazado, como la palabra del Señor se lo había advertido».

Luego el profeta dijo a sus hijos: «Aparéjenme el asno». En cuanto lo hicieron, el profeta salió y encontró el cuerpo tendido en el camino, con el asno y el león junto a él. El león no se había comido el cadáver ni había despedazado al asno. Entonces el profeta levantó el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre el asno y se lo llevó de vuelta a la ciudad para hacer duelo por él y enterrarlo. Luego lo puso en la tumba de su propiedad e hicieron duelo por él, clamando: «¡Ay, hermano mío!».

Después de enterrarlo, el profeta dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, entiérrenme en la misma tumba donde está enterrado el hombre de Dios y pongan mis huesos junto a los suyos. Porque ciertamente se cumplirá la sentencia que, en obediencia a la palabra del Señor, él pronunció contra el altar de Betel y contra todos los altares paganos de las ciudades de Samaria».

Con todo, Jeroboán no cambió su mala conducta, sino que una vez más puso como sacerdotes para los altares paganos a toda clase de gente. A cualquiera que deseaba ser sacerdote de esos altares, él lo consagraba como tal. Esa conducta llevó a la dinastía de Jeroboán a pecar, y causó su caída y su desaparición de la faz de la tierra.

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1 Reyes 14:1-20

Profecía de Ahías contra Jeroboán

En aquel tiempo se enfermó Abías, hijo de Jeroboán, y este dijo a su esposa: «Disfrázate para que nadie se dé cuenta de que eres mi esposa. Luego vete a Siló, donde está Ahías, el profeta que me anunció que yo sería rey de este pueblo. Llévate diez panes, algunas tortas y un jarro de miel. Cuando llegues, él te dirá lo que va a pasar con nuestro hijo». Así que la esposa de Jeroboán emprendió el viaje a Siló y fue a casa de Ahías.

Debido a su edad, Ahías había perdido la vista y estaba ciego. Pero el Señor le había dicho: «La esposa de Jeroboán, haciéndose pasar por otra, viene a pedirte información acerca de su hijo, que está enfermo. Quiero que le des tal y tal respuesta».

Así que cuando Ahías oyó el sonido de sus pasos, se dirigió a la puerta y dijo: «Esposa de Jeroboán, ¿por qué te haces pasar por otra? Entra, que tengo malas noticias para ti. Regresa adonde está Jeroboán y adviértele que así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te levanté de entre mi pueblo Israel y te hice su gobernante. Le quité el reino a la familia de David para dártelo a ti. Tú, sin embargo, no has sido como mi siervo David, que cumplió mis mandamientos y me siguió con todo el corazón, haciendo solamente lo que me agrada. Por el contrario, te has portado peor que todos los que vivieron antes de ti, al extremo de hacerte otros dioses, ídolos de metal; esto me enfurece, pues me has dado la espalda.

»”Por eso voy a enviarle una desgracia a la familia de Jeroboán. De sus descendientes en Israel exterminaré hasta el último varón,14:10 hasta el último varón. Lit. al que orina contra la pared; también en 1R 16:11; 21:21. esclavo o libre. Barreré la descendencia de Jeroboán como se barre el estiércol, hasta no dejar rastro. A los que mueran en la ciudad se los comerán los perros y a los que mueran en el campo se los comerán las aves del cielo. ¡El Señor lo ha dicho!”.

»En cuanto a ti, vuelve a tu casa; el muchacho va a morir en cuanto llegues a la ciudad. Entonces todos los israelitas harán duelo por él y lo sepultarán. De la familia de Jeroboán solo él será sepultado, porque en esa familia solo él ha complacido al Señor, Dios de Israel.

»El Señor levantará para sí un rey en Israel que exterminará a la familia de Jeroboán. De ahora en adelante14:14 De ahora en adelante. Lit. Este es el día. ¿Y qué? Aun ahora. el Señor sacudirá a los israelitas como el agua sacude las cañas. Los desarraigará de esta buena tierra que dio a sus antepasados y los dispersará más allá del río Éufrates, porque se hicieron imágenes de la diosa Aserá y provocaron así la ira del Señor. Y él abandonará a Israel por los pecados que Jeroboán cometió e hizo cometer a los israelitas».

Entonces la esposa de Jeroboán se puso en marcha y regresó a Tirsá. En el momento en que atravesó el umbral de la casa, el muchacho murió. Así que lo sepultaron y todo Israel hizo duelo por él, según la palabra que el Señor había anunciado por medio de su siervo, el profeta Ahías.

Los demás acontecimientos del reinado de Jeroboán, sus batallas y su gobierno, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Jeroboán reinó veintidós años. Cuando murió, su hijo Nadab lo sucedió en el trono.

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