Eclesiastés 9:13-18, Eclesiastés 10:1-20, Eclesiastés 11:1-10, Eclesiastés 12:1-14 NVI

Eclesiastés 9:13-18

También vi bajo el sol este notable caso de sabiduría: una ciudad pequeña, con pocos habitantes, contra la cual se dirigió un rey poderoso que la sitió y construyó a su alrededor una impresionante maquinaria de asalto. En esa ciudad había un hombre pobre, pero sabio, que con su sabiduría salvó a la ciudad, ¡pero nadie se acordó de aquel hombre pobre!

Yo digo que «la sabiduría es mejor que la fuerza», aun cuando se menosprecie la sabiduría del pobre y no se preste atención a sus palabras.

Más se atiende a las palabras tranquilas de los sabios

que a los gritos del jefe de los necios.

Es mejor la sabiduría que las armas de guerra,

pero un solo pecador destruye muchos bienes.

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Eclesiastés 10:1-20

Dichos de sabiduría

Las moscas muertas apestan

y echan a perder el perfume.

Así mismo pesa más una pequeña necedad

que la sabiduría y la honra juntas.

El corazón del sabio se inclina al bien,

pero el del necio busca el mal.

Aun en el camino por el que va,

el necio revela su falta de inteligencia

y a todos va mostrando lo necio que es.

Si el ánimo del gobernante se exalta contra ti,

no abandones tu puesto.

La tranquilidad es el remedio para los grandes errores.

Hay un mal que he visto bajo el sol,

semejante al error que cometen los gobernantes:

al necio se le dan muchos puestos elevados,

pero a la gente valiosa se les dan los puestos más bajos.

He visto esclavos montar a caballo

y príncipes andar a pie como esclavos.

El que cava la fosa, en ella se cae;

al que abre brecha en el muro, la serpiente lo muerde.

El que pica piedra, con las piedras se hiere;

el que corta leña, podría lastimarse con ella.

Si el hacha pierde su filo

y no se vuelve a afilar,

hay que golpear con más fuerza,

pero la sabiduría lleva al éxito.

Si la serpiente muerde antes de ser encantada,

no hay ganancia para el encantador.

Las palabras del sabio son placenteras,

pero los labios del necio son su ruina;

sus primeras palabras son necedades

y las últimas, terribles locuras.

¡Pero no le faltan las palabras!

Nadie sabe lo que ha de suceder

y lo que acontecerá después,

¿quién podría decirlo?

El trabajo del necio tanto lo fatiga

que ni el camino a la ciudad conoce.

¡Ay del país cuyo rey es un inmaduro

y cuyos príncipes festejan desde temprano!

¡Dichoso el país cuyo rey es un noble

y cuyos príncipes comen cuando es debido,

para reponerse y no para embriagarse!

Por causa del ocio se viene abajo el techo

y por la pereza se desploma la casa.

Para divertirse se celebra un banquete,

el vino alegra la vida

y el dinero es la respuesta para todo.

No maldigas al rey ni con el pensamiento,

ni en tu cuarto maldigas al rico,

pues las aves del cielo pueden correr la voz.

Tienen alas y pueden divulgarlo.

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Eclesiastés 11:1-10

Lanza tu pan sobre el agua;

después de algún tiempo volverás a encontrarlo.

Comparte lo que tienes entre siete, y aun entre ocho,

pues no sabes qué calamidad pueda venir sobre la tierra.

Cuando las nubes están cargadas,

derraman su lluvia sobre la tierra.

Si el árbol cae hacia el sur,

o cae hacia el norte, donde cae allí se queda.

Quien vigila al viento no siembra;

quien contempla las nubes no cosecha.

Así como no sabes por dónde va el viento

ni cómo se forma el niño en el vientre de la madre,

tampoco entiendes la obra de Dios,

el Creador de todas las cosas.

Siembra tu semilla en la mañana

y no te des reposo por la tarde,

pues nunca sabes cuál siembra saldrá mejor,

si esta o aquella,

o si ambas serán igualmente buenas.

Grata es la luz, y

¡qué bueno que los ojos disfruten del sol!

Mas si el hombre vive muchos años,

y todos ellos los disfruta,

debe recordar que los días tenebrosos

serán muchos

y que lo venidero será vanidad.

Acuérdate de tu Creador

Alégrate, joven, en tu juventud;

deja que tu corazón disfrute de la adolescencia.

Sigue los impulsos de tu corazón

y responde al estímulo de tus ojos,

pero toma en cuenta que Dios

te juzgará por todo esto.

Aleja de tu corazón el enojo,

aparta de tu cuerpo la maldad,

porque juventud y vigor son pasajeros.

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Eclesiastés 12:1-14

Acuérdate de tu Creador

en los días de tu juventud,

antes de que lleguen los días malos

y vengan los años en que digas:

«No encuentro en ellos placer alguno»;

antes de que dejen de brillar

el sol y la luz, la luna y las estrellas,

y vuelvan las nubes después de la lluvia.

Un día temblarán los guardianes de la casa

y los fuertes caminarán encorvados;

se detendrán las que muelen por ser pocas,

y verán borrosos los que miran por las ventanas.

Se irán cerrando las puertas de la calle,

irá disminuyendo el ruido del molino;

las aves elevarán su canto,

pero apagados se oirán sus trinos.

Sobrevendrá el temor por las alturas

y por los peligros del camino.

Florecerá el almendro,

la langosta resultará onerosa

y se perderá el deseo,

pues el hombre se encamina al hogar eterno

y rondan ya en la calle los que lloran su muerte.

Acuérdate de tu Creador

antes de que se rompa el cordón de plata

y se quiebre la vasija de oro,

y se estrelle el cántaro contra la fuente

y se rompa la polea del pozo.

Volverá entonces el polvo a la tierra,

como antes fue

y el espíritu volverá a Dios,

que es quien lo dio.

Vanidad de vanidades,

¡todo es vanidad!

—dice el Maestro.

Epílogo

Además de ser sabio, el Maestro impartió conocimientos a la gente. Ponderó, investigó y ordenó muchísimos proverbios. Procuró también hallar las palabras más adecuadas y escribirlas con honradez y veracidad.

Las palabras de los sabios son como aguijones. Como clavos bien puestos son sus colecciones de dichos, dados por un solo pastor. Además de ellas, hijo mío, ten presente que el hacer muchos libros es algo interminable y que el mucho leer causa fatiga.

El fin de este asunto

es que ya se ha escuchado todo.

Teme a Dios y cumple sus mandamientos,

porque esto es todo para el hombre.

Pues Dios juzgará toda obra,

buena o mala,

aun la realizada en secreto.

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